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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La hora del cambio

Evo Morales tiene las manos libres para su proyecto indigenista tras arrollar en Bolivia

El indiscutible triunfo -cerca del 63%, según los sondeos- de Evo Morales y de su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), en las elecciones del domingo en Bolivia le otorga la mayoría suficiente para poner en marcha, sin necesidad del apoyo de la oposición, las profundas reformas que incluye la última Constitución, aprobada en referéndum en enero de este año. El proyecto de un Estado plurinacional, con varios niveles de autonomía, y en el que la mayoría indígena puede ver confirmadas algunas de sus reivindicaciones históricas, como la justicia comunitaria, podría dejar de ser una entelequia populista -al estilo del socialismo bolivariano de Chávez- para convertirse en una realidad que tendrá que desarrollarse en leyes concretas. Morales, sin embargo, ha de medirse al complejo desafío de construir un Estado plurinacional sobre un país que sigue partido en dos.

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Y es que a pesar de la pobre campaña -sostenida en el rechazo a Evo- de la candidatura de Manfred Reyes, ex gobernador de Cochabamba, la oposición ha vuelto a triunfar en los departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando, que le hicieron la vida imposible a Morales durante sus primeros cuatro años en el poder. La buena situación económica ha sido esencial para escorar el voto de un sector no desdeñable de la clase media hacia la candidatura oficial.

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La democracia boliviana llegó a las elecciones en estado calamitoso -sin Tribunal Constitucional y con la Corte Suprema, la Fiscalía General y el Banco Central con mandos interinos- y la corrupción es allí un mal endémico. La tentación autoritaria del régimen indigenista es innegable y pareció confirmarse el domingo, cuando Morales habló de presentarse a un tercer mandato, posibilidad aparentemente desestimada ayer. Con un proyecto económico centrado en el control de los sectores energéticos y mineros y sin planes concretos para estimular el entramado industrial, no parece haber una alternativa viable -salvo la de los subsidios- a los apaños informales que permiten sobrevivir a la mayoría de los bolivianos.

Los retos de Morales son demasiado grandes para quedarse en mera retórica populista. Tiene razón cuando habla de responsabilidad histórica: no es fácil que coincidan un apoyo electoral tan amplio y una economía tan relativamente boyante en un país pobre como para no afrontar reformas estructurales que favorezcan de verdad a los más necesitados.

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