El lavado de dinero ético
Yo era un niño pero jamás olvidaré esas enormes gafas negras tras las que se escondía el máximo gobernante chileno. Fue el único mandatario (impuesto) que vino a las exequias de Franco. Los dictadores nunca suelen viajar al extranjero. Pocos países los acogen y tienen miedo a que otro más fuerte les mueva la silla en su ausencia; ni siquiera es aconsejable que viajen cuando dejan el poder, pues se exponen a que un juez, ejerciendo el principio de jurisdicción universal, lo detenga.
Augusto Pinochet Ugarte, comandante supremo y dictador único de los destinos de Chile durante 17 años, se permitió el lujo de jugársela a un referéndum y perdió. Se marchó a su casa protegido por amarres constitucionales autoritarios y con mucho dinero en el bolsillo. Garzón empezó a desmontar esa impunidad al cazarlo en Londres y mantenerlo en lujoso arresto domiciliario unos meses que cambiaron para siempre su inmunidad. Ese mismo juez ahora persigue al entorno del dictador con el fin de recuperar un dinero con el que satisfacer a algunas víctimas de ese pasado ignominioso.
Se podrá criticar a Garzón en muchos campos pero no en la tenacidad de sus argumentos legales. Seguir la senda del dinero, confiscarlo y ponerlo a trabajar en beneficio de las víctimas constituye un lavado de dinero ético por parte de la etérea justicia internacional desplegada por un principio que parece que se debilita hasta que es encarnado por jueces valientes, el de jusridiccion universal.
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