Reencauzar Honduras
Las recientes elecciones abren el camino al reconocimiento internacional de Porfirio Lobo
La crisis hondureña, aunque no ha quedado exactamente resuelta, sí ha muerto por inanición. Las elecciones presidenciales del domingo 29, en las que resultó vencedor el candidato conservador Porfirio Lobo, se celebraron con normalidad y afluencia de votantes. Y Manuel Zelaya, presidente legítimo a los ojos de gran parte de la comunidad internacional, ha tenido que conformarse con declarar los comicios inválidos, y permanecer refugiado, como lo hace desde el 21 de septiembre, en la embajada brasileña en Tegucigalpa. La decisión ayer del Congreso hondureño, por abultada mayoría, en contra de devolver el poder a Zelaya, supone un valladar aparentemente definitivo a sus aspiraciones.
El derrocamiento de Zelaya en junio dividió a América Latina, hasta el punto de que la reciente cumbre iberoamericana celebrada en Estoril ha sido incapaz de pergeñar un comunicado conjunto sobre la crisis. Washington, sin embargo, aunque inicialmente apoyaba a Zelaya, anunció que reconocería el veredicto de las urnas, y la UE, que con España se mantenía en sus trece contra el régimen golpista, también parece dispuesta a rebobinar; la semana próxima, los ministros de Exteriores de la Unión iniciarán con las cautelas del caso el camino del reconocimiento de la nueva situación hondureña, que entrará en vigor el 27 de enero con la jura de Lobo. El presidente electo, a favor de un Gobierno de unidad nacional, ha dicho que trabajará por la reconciliación y para cumplir con el acuerdo de Tegucigalpa-San José, con el objetivo de que regresen los embajadores latinoamericanos y europeos.
El problema lo tienen ahora el presidente brasileño Lula y el propio Zelaya. Ha habido ya discretos contactos para ver qué país acoge al líder depuesto hasta que pueda volver a Honduras con plena libertad de movimientos, y tanto Brasil como España figuran en todas las quinielas. El mensaje indiscutible del sufragio de los hondureños, hartos de una crisis interminable, es una petición a la comunidad internacional para que reconozca la nueva realidad del país centroamericano. Como señala alguien de credenciales democráticas tan impecables como el presidente costarricense Óscar Arias, a partir de situaciones excepcionales el voto puede engendrar democracia. El inicio del fin de la crisis hondureña tiene un claro perdedor, aparte de Zelaya: su gran valedor regional Hugo Chávez.
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