Un consenso de mínimos encubre la división de Iberoamérica sobre Honduras
La cumbre difunde un texto devaluado ante el desacuerdo entre países
El acuerdo fue imposible. La profunda división entre los países latinoamericanos impidió cualquier referencia a la situación de Honduras en la Declaración de Lisboa, que puso punto final a la XIX Cumbre Iberoamericana que concluyó ayer en Estoril. Los jefes de Estado y de Gobierno apenas fueron capaces de consensuar un texto devaluado en un comunicado especial de la Presidencia portuguesa, que condena el golpe de Estado del 28 de junio pasado, exige la restitución del presidente Manuel Zelaya "para el retorno a la normalidad constitucional", condena "las graves violaciones de los derechos y libertades fundamentales del pueblo hondureño" y toma nota, sin valoración alguna, de las elecciones del 29 de noviembre.
Los asistentes apoyan un diálogo nacional en el país centroamericano
"A unos les parecerá mucho, a otros, poco, pero tal como están las cosas, es una victoria política que ninguna delegación haya objetado el comunicado sobre Honduras", dijo el primer ministro portugués, José Sócrates. Sin duda, los comicios del domingo pasado suscitan las mayores divergencias entre los partidarios de legitimar la victoria de Porfirio Pepe Lobo (como Panamá, Costa Rica, Colombia y Perú, todos ellos en sintonía con Estados Unidos) y quienes consideran que la consulta fue "una parodia", en palabras de la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y rechazan su legitimación, como Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Cuba.
En una posición intermedia está España, llamada a jugar junto a Brasil un papel destacado en la transición hondureña. "Tenemos una situación sui generis", dijo el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. "Se han celebrado unas elecciones que estaban previstas, pero en circunstancias anómalas".
Todos los asistentes a la cumbre de Estoril se han comprometido a trabajar para "un diálogo nacional en Honduras y devolver el régimen democrático al pueblo hondureño". El plazo para encontrar una salida a la crisis expira el 27 de enero, día de la toma de posesión del próximo presidente hondureño. Hasta esa fecha, Manuel Zelaya sigue siendo el presidente constitucional en funciones, aunque la realidad es que desde el 22 de septiembre está refugiado en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa. El Congreso hondureño decidirá hoy si restituye a Zelaya en el cargo hasta el fin de su mandato.
Zapatero reconoció que en estos momentos no es posible imaginar la presencia del príncipe Felipe en la toma de posesión de Porfirio Lobo. "Afortunadamente, queda bastante para el día 27 de enero. A día de hoy no habría condiciones. Tienen que cambiar cosas, pasar hechos importantes", señaló el presidente. El príncipe es el representante de España en todas las tomas de posesión de los gobernantes latinoamericanos.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, reiteró explícitamente que no le pasa por la cabeza reconocer la victoria electoral de Porfirio Lobo. "No, no, no, no, absolutamente no", dijo, tras calificar al presidente provisional, Roberto Micheletti, de "golpista travestido de político". Lula no dio excesiva importancia a la imposibilidad de lograr un acuerdo en la cumbre de Estoril sobre la crisis hondureña. "No hemos venido aquí para discutir de Honduras, ni es necesario tener una posición conjunta", precisó.
Lo cierto es que la situación en el pequeño y pobre país centroamericano opacó los demás temas de la agenda de futuro de la cumbre, que, según dijo Sócrates, "coloca la innovación y el conocimiento en el centro de las políticas públicas".
Más allá de las declaraciones de intenciones, los mandatarios iberoamericanos acordaron relanzar en breve las negociaciones de la Unión Europea con Mercosur, Centroamérica y la Comunidad Andina, según confirmó el presidente español. Estoril entregó el testigo a la ciudad argentina de Mar del Plata, sede de la próxima Cumbre Iberoamericana, que, bajo el lema "Educación" cumplirá 20 años.
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