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Reportaje:

Verdi para festejar una reconstrucción

El Liceu de Barcelona celebra con el 'Trovatore' la década transcurrida desde la reapertura tras el incendio de 1994

Antes del incendio del 31 de enero de 1994, el Liceu contaba con unos 6.000 abonados a sus temporadas y vendía unas 120.000 entradas más. Hoy, la primera cifra supera los 20.000 y la segunda se coloca cerca del medio millón. Si es un peligro medir el éxito sobre la base de la audiencia, igualmente insensato sería ignorar este ascenso espectacular registrado en la última década. "El Liceu de todos" fue el lema bajo el que se realizó la reconstrucción y se reinauguró en 1999. Era todavía una aspiración lejana. Hoy es una realidad. Según y cómo, una realidad incómoda: crecer más podría ahogar el funcionamiento de una institución al límite.

Esta noche, bajo la presidencia de los Reyes, se estrena un Trovatore fiel a una de las líneas de programación de la década: la presencia de cantantes de primer nivel. El Liceu siempre ha sido un teatro de voces y con un Trovatore desde luego no se la juega: ahí están Luciana D'Intino (debú en un papel lírico en Barcelona), Fiorenza Cedolins, Marco Berti y Vittorio Vitelli para dar lustre al reparto. Es el Liceu fiel a su tradición más acrisolada. Pero la semana pasada, sin ir más lejos, se representó en el foyer -estreno absoluto en España- Hyperion music, del barcelonés Hèctor Parra, y por ahí se descubre otra de las vocaciones de estos años: ir estrenando obras contemporáneas. Así lo ha hecho en pasadas temporadas con DQ, de José Luis Turina, Gaudí, de Joan Guinjoan, o La cabeza del Bautista, de Enric Palomar.

El teatro tiene por vocación estrenar ópera contemporánea
Los ingresos por mecenazgo han caído un 23% por efecto de la crisis

Igualmente, el mes pasado se estrenó la poco programada Król Roger, del compositor polaco Karol Szymanowski (1882-1937), en la línea de dar a conocer óperas del siglo XX que se asoman con frecuencia todavía escasa a las programaciones y que en los pasados años ha llevado a amplias revisiones de autores como Benjamin Britten o Leos Janacek. Pero junto a este descubrimiento del repertorio reciente también se ha producido el del más pretérito. Así fue en el caso de L'arbore di Diana, de Martín y Soler, en octubre, y que dio continuidad al Giulio Cesare de Haendel escenificado por Herbert Wernicke o al Orfeo monteverdiano en versión de Jordi Savall.

Sin embargo, la línea de programación que ha dado titulares más jugosos en todos estos años han sido las nuevas y radicales propuestas escenográficas de directores como Calixto Bieito -su Ballo in maschera del año 2000 suscitó un escándalo que marcó un hito-, la Fura dels Baus o Peter Konwitschny -memorable Lohengrin, silbado y aplaudido con rabias equiparables.

Poco dado a los grandes fichajes mediáticos de otros teatros, el Liceu ha tenido en estos diez años un solo director artístico, Joan Matabosch. En cambio, ha tenido a tres directores generales que corresponden a tres etapas de la era actual: Josep Caminal, a quien se le quemó el teatro, pero que luego consiguió el respaldo político para reconstruirlo y abrirlo al cabo de sólo cinco años; Rosa Cullell, empeñada en dotar al teatro de un modelo de gestión sostenible que ha pasado por equilibrar los gastos artísticos (16,5 millones en el último presupuesto) con los ingresos por venta de entradas, mecenazgo y alquiler de espacios (17,2 millones), manteniendo las subvenciones para el gasto ordinario (el presupuesto total se sitúa sobre los 58 millones), y Joan Francesc Marco, nombrado hace poco más de un año y al que le ha tocado el ingrato papel de lidiar con una crisis que ha reducido en un 23% los ingresos por mecenazgo. A cambio, y eso también es nuevo con respecto a 1994, el Liceu tiene un catálogo de 35 óperas en DVD. Nuevas fórmulas para tiempos que no parecen estar por la lírica.

Marco Berti y Luciana D'Intino en uno de los ensayos de Il trovatore en el Liceo.
Marco Berti y Luciana D'Intino en uno de los ensayos de Il trovatore en el Liceo.MASSIMILIANO MINOCRI

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