_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

'L'empastifada'

Ya es mala suerte que cuando los sondeos sobre intención de voto sonreían, por fin, a Mariano Rajoy, Artur Mas y Xavier Trias, en sus respectivas carreras en pos de las presidencias del Gobierno, la Generalitat y la alcaldía de Barcelona, les hayan estallado asuntos tan feos y malolientes como el escándalo Millet y el caso Gürtel. En su momento se verá si influyen o no en la orientación del voto, pero desde luego no son un empuje a su favor.

Lo de Millet y la Fundación Trias Fargas ha dado pie a un sonoro episodio de lo que Jordi Pujol describía, cuando presidía el Gobierno catalán, como la táctica de l'empastifada. Acosado en varias ocasiones por asuntos que terminaron en ceses de algunos de sus consejeros, Pujol se defendía recriminando a su vez a la oposición de izquierdas que lanzara innobles acusaciones o sospechas de deshonestidad contra el Gobierno de CiU para distraer la atención de los ciudadanos sobre sus propias debilidades y la carencia de alternativas políticas.

Convergència se defiende en el 'caso Millet' con la misma táctica que Pujol denostaba cuando estaba en el Gobierno

Sostenía entonces Pujol que con esa técnica se desgastaba quizá al Gobierno de CiU, pero al precio de desprestigiar irresponsablemente a la globalidad de los actores políticos. Quien, sin embargo, acaba de recurrir ahora mismo a este método ha sido justamente el director de una plataforma de Convergència Democràtica, la Fundación Trias Fargas, Agustí Colomines, a la que el escándalo Millet ha situado como receptora de unos fondos que nunca debió recibir. A Colomines no se le ha ocurrido otra defensa que acusar a las fundaciones de los demás partidos, sin prueba alguna, de recibir también fondos de origen inconfesable.

Ver ahora cómo los convergentes practican contra la izquierda nada menos que la en otro tiempo denostada táctica de l'empastifada es una de las cosas que todavía no había deparado la ya bastante larga travesía del desierto de los herederos del pujolismo. Una novedad casi del mismo calibre que la de ver convertido en independentista al partido de Miquel Roca.

Entretanto, la organización regional del PP en Cataluña ha salido indemne de los daños provocados por el caso Gürtel, salvo la parte alícuota que le corresponda en el deterioro de la imagen global del partido y del liderazgo de Rajoy. Es lógico que así sea, pues este asunto es una variante hispánica de la mordida mexicana, aplicable si acaso donde se gobierna, como es el caso en las comunidades de Madrid y Valencia, pero no en Cataluña, donde el PP no es una fuerza de gobierno.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Esta condición excéntrica del PP respecto al sistema catalán de partidos ha sido de nuevo puesta de relieve estos días por la abrupta huida de la diputada autonómica Montserrat Nebrera, tan sólo un año después de su frustrado asalto al liderazgo del partido en Cataluña.

El fracaso de Nebrera en su pretensión de terminar con el poder de las familias políticas que desde hace décadas señorean la organización catalana del PP era, no obstante, totalmente previsible, después de que su mentor, Josep Piqué, arrojara la misma toalla.

Nebrera llegó al PP en 2006 de la mano de Piqué. Su fichaje quería iniciar la sustitución del personal político de la derecha catalana. Se trataba de cambiar viejos o jóvenes políticos que se habían ganado el puesto a base de comer durante años los chuscos diarios en el cuartel regional del partido, en la calle de Urgell de Barcelona, por otros con perfiles como el de Nebrera: el de una joven universitaria de currículo excelente, imagen televisiva, palabra fácil y buenos contactos con el mundo de la derecha tradicional catalana, como acreditaba el cargo de Nebrera en la Fundación Francesc Cambó.

Las humillantes derrotas sufridas en sus empeños renovadores por Piqué frente a Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, y por Nebrera frente a Alicia Sánchez-Camacho plantean una pregunta que tiene que ver con el futuro del PP en Cataluña. ¿Por qué políticos que han destacado por poseer brillantes currículos académicos, acerada inteligencia y excelentes relaciones con el entorno sociopolítico de la derecha se estrellan aparatosamente en Cataluña en cuanto se afilian al PP?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_