Klaus se enroca frente al tratado
Václav Klaus, el presidente checo, va a mantener hasta el final su pulso a la UE por el Tratado de Lisboa y las exenciones que exige en la aplicación de la Carta de los Derechos Fundamentales. "Es una cuestión de principios", declaró ayer en Moscú, donde se encontraba de visita oficial. "No piensen que voy a plantear las condiciones un día y olvidarme de ellas al siguiente".
Klaus parece estar disfrutando con la agonía causada a los demás líderes comunitarios, traslucida en la irritación revelada por el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, al recordarle ásperamente que fue elegido por el Parlamento checo, el mismo que ha aprobado el Tratado Lisboa, y decirle que debe respetar el veredicto parlamentario. "Para mí es de vital importancia" la reclamación planteada, le respondió ayer Klaus desde la capital rusa, donde se entrevistó con el presidente Dmitri Medvédev. "Las condiciones que he planteado para firmar son serias y no me voy a olvidar de ellas de la noche a la mañana".
Barroso, el Gobierno checo y la presidencia sueca de la Unión están "trabajando en el documento que formalice la demanda adicional" de Klaus, según el primer ministro checo, Jan Fischer. Con dos condiciones: que no haya más reclamaciones dilatorias y que su formulación no implique la reapertura del proceso de ratificación del tratado en todos los países. "Eso es imposible", advierte Barroso.
El presidente quiere blindar las expropiaciones de los alemanes de la antigua Checoslovaquia impuestas en los Sudetes por los llamados Decretos Benes tras la II Guerra Mundial. El supremo esfuerzo de políticos y expertos jurídicos para atender las exigencias de Klaus lleva a un resultado que no satisface a todos.
"Es vergonzoso querer que esas leyes raciales no sean tocadas", se indigna Adrian Severin, eurodiputado socialista rumano. "Y nadie ha dicho que eso sea inaceptable. Es algo que va contra los mismos fundamentos de la idea europea".
"No hay que hacer nada para conservar leyes raciales fruto de un momento histórico determinado", insiste Severin. "Si se aceptan se puede desencadenar un retroceso en la historia. Hay que decir no a Klaus".
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