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Elecciones en Alemania

Alemania: continuidad o giro liberal

Merkel tiene asegurada la cancillería, pero los resultados de hoy determinarán quién será el socio de los democristianos para hacer frente a la crisis

Alemania decide hoy qué fórmula de Gobierno le conviene para enfrentarse a la crisis económica y asegurar la salida de la recesión con un crecimiento firme. La elección es muy clara: o la actual Gran Coalición entre demócratas cristianos y socialdemócratas, que ha gobernado el país con Angela Merkel a la cabeza desde 2005, o una nueva fórmula de gobierno bajo la misma batuta de la canciller, pero dando entrada a los liberales del FDP y mandando a la oposición a los socialdemócratas, después de 11 años de participación en el Ejecutivo. La entrada de los liberales en una nueva mayoría no representa, sin embargo, un golpe de timón, pues pesan más las coincidencias que los desacuerdos entre los cuatro partidos que entran en todas las posibles combinaciones de Gobierno.

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Ni siquiera la cancillería está en juego, pues difícilmente la afectará el resultado que arrojen las urnas. La jornada de hoy determinará, en cambio, quién será a partir de ahora el número dos del Gobierno y ministro de Exteriores, un puesto especialmente significativo para un país del peso de Alemania: si el actual y teórico aspirante a sustituir a Merkel, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, o el liberal y también aspirante a socio de Gobierno de la canciller, Guido Westerwelle. No es esta disyuntiva muy grave, por cuanto también son amplios los consensos en política europea y en las relaciones con Washington, al igual que la participación de Alemania en misiones como la de Afganistán.

El papel medular de la canciller para cualquier fórmula de coalición deriva del consenso entre los partidos que han pasado por el Gobierno, del que sólo queda fuera el más radical, que es La Izquierda. La continuación de Merkel es el único dato fijo, fundamentalmente porque se han descartado todas las fórmulas que no incluyen a la CDU-CSU para formar una mayoría alternativa: los socialdemócratas han cerrado el camino a un frente de izquierdas con los Verdes y Die Linke, al igual que los liberales han hecho lo mismo con la alianza con verdes y los socialdemócratas. Estos últimos apuestan exclusivamente por su participación como socios de un Gobierno de Merkel, a cambio de obtener la vicecancillería y el ministerio de Exteriores.

Merkel ha amortiguado durante la campaña cualquier encrespamiento, para dar relieve precisamente al consenso que le permite seguir como canciller, en vez de subrayar las diferencias que podrían quitarle el puesto. De ahí que sea ella misma la responsable del aburrimiento que ha caracterizado la campaña. Su viaje a Pittsburgh a pocas horas de la apertura de las urnas y la densidad de las noticias procedentes de la Asamblea General de Naciones Unidas, en la recta final de campaña, iluminan todavía más el escenario internacional donde ella juega y subrayan que todo está ya descontado en el interior, donde sólo hay que llevar a la gente a que voten en conciencia.

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La izquierda alemana pone el grito en el cielo ante la eventual entrada de los liberales en el Gobierno, que identifican con un aumento de las diferencias sociales y económicas, aunque la canciller se ha esforzado por presentarse como garantía de que esto no sucederá. Los liberales pelearán por recortar impuestos y blindar las libertades individuales ante actitudes invasivas como la del actual ministerio del Interior demócrata cristiano Wolfgang Schäuble. Pero Merkel utilizará la nueva fórmula para asentar su poder en la CDU-CSU y amarrarse firmemente en el centro. Desde el punto de vista de la estabilidad política y de su margen de maniobra es la salida menos comprometida.

Una segunda versión de la Gran Coalición, en cambio, contará con un impulso reformista mitigado. Merkel se hallará de nuevo en una posición de debilidad dentro de su partido y de su asociación con los social cristianos bávaros, donde las rivalidades por el liderazgo están vivas todavía y hay una fuerte resistencia a la socialdemocratización a la que los ha sometido. El SPD, por su lado, será también más prudente a la hora de nuevas reformas del hasta ahora exuberante Estado de bienestar, pensando sobre todo en la pérdida de votos en dirección a La Izquierda, y tendrá la tentación de utilizar el Gobierno para asaltar la Cancillería: así lo hizo Willy Brandt en 1969, después de gobernar en gran coalición. La parálisis y la división serán las amenazas que pesarán sobre ella, de forma que son muchos los analistas que prevén una crisis a mitad de mandato.

Más de 60 millones de ciudadanos depositarán en las urnas una papeleta con sendas cruces en dos casillas, una para el voto directo, en el que eligen al candidato para su circunscripción -una de las 299 en que está dividida la República-; y un segundo voto en el que marcarán el partido de su preferencia, con el que se cubre 299 escaños más del Bundestag o parlamento federal. El sistema electoral, mitad mayoritario y mitad proporcional, obliga a incluir un número indeterminado de escaños suplementarios, que van a parar a los partidos que consiguen más escaños directos de los que les corresponden por el número de sufragios obtenidos en el segundo voto a la lista.

Las últimas encuestas reflejan una batalla cerrada por la mayoría, que al final puede decantarse a favor del tándem Merkel-Westerwelle, gracias precisamente a estos escaños adicionales. Pero se da la circunstancia de que han sido declarados inconstitucionales por una sentencia del Tribunal Constitucional, que ha pedido una reforma de la ley electoral antes de 2011, lo que abriría las puertas a una deslegitimación del resultado.

Muchos alemanes se confiesan sorprendidos ante un sistema que ha ido evolucionando desde el bipartidismo imperfecto de los inicios hasta el actual sistema de cinco partidos, con los antaño dos grandes cada vez más erosionados. Pero en cualquier caso, lo que hoy está en juego también es la eficacia y la legitimidad de un sistema que ha funcionado muy bien durante 60 años, consiguió adaptarse hace 20 a la incorporación de los cinco länder del Este con la unificación y ahora da por primera vez signos de cansancio.

Seguidores del CDU muestran carteles con el nombre de la canciller y candidata democristiana, Angela Merkel, en el mitin de cierre de campaña ayer en Berlín.
Seguidores del CDU muestran carteles con el nombre de la canciller y candidata democristiana, Angela Merkel, en el mitin de cierre de campaña ayer en Berlín.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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