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Columna
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Zapatero internacional

En esta segunda legislatura asistimos al despegue internacional del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Una dimensión por la que hasta ahora había mostrado escasa afición. La agenda de este cuatrimestre, previo a la presidencia semestral de la Unión Europea, aporta las pruebas. Nuestro presidente durante los años -de 2000 a 2004- en que fue líder de la oposición, tras ser elegido secretario general del PSOE, apenas viajó, ni siquiera por América. Pese a esa ausencia, después de su acceso al poder se convirtió muy pronto en un icono internacional. Su figura ocupó posiciones centrales en campañas electorales, como la francesa o la italiana, donde los candidatos exhibían como aval la mayor cercanía al presidente español. Pero seguía sin dar el paso preciso para ser un líder internacional porque cuando comparecía en los foros internacionales se mantenía como ausente con la mente y la conversación a distancia, pegado a su teléfono móvil.

Los jefes de Gobierno se dedican más a la política internacional cuando la interior empieza a cansarles

Ya se sabe que los presidentes del Gobierno forman parte de un club muy exclusivo al que sólo ellos pertenecen. Sus responsabilidades no son compartibles. Hay cuestiones que sólo pueden hablarse entre ellos. Cuando el 8 de agosto de 1974 Richard Nixon concluía su comparecencia ante las cámaras para dar cuenta de su renuncia a la presidencia de Estados Unidos y evitar el impeachment, su jefe de gabinete, el general Alexander Haig, cuenta que observó cómo se dirigía a la biblioteca de la Casa Blanca y se entregaba a la lectura de las memorias de algunos de sus predecesores, que habían afrontado los peores trances. Era como si sólo con ellos fuera posible un diálogo que le sirviera de alivio. Porque nadie, excepto quienes tienen, o han tenido esas mismas responsabilidades, puede entenderles.

El caso es que los presidentes del Gobierno por muy refractarios que sean al mundo internacional acaban por entregarse con fruición a esos asuntos mientras la política interior empieza a cansarles. Buen ejemplo el de Adolfo Suárez, entusiasmado con los problemas en el Estrecho de Ormuz o llamado por el presidente Carter para tratar de los asuntos de América Latina, cuando al sobrevolar Washington le comentaba extasiado a su jefe de gabinete: lo que haríamos, Alberto, si tuviéramos este país. Algún purista ha objetado el francés eficaz de Felipe González pero le bastó ya en sus años de líder de la oposición para hacerse amigo de Willy Brandt, de Olof Palme, de Bruno Kreyski y de Françoise Mitterrand. A Ronald Regan (véanse sus memorias) le pareció agudo, brillante, atractivo, joven, moderado y socialista pragmático. Al final de su encuentro, anota, ya éramos Felipe y Ron. Con el castellano le bastaba para mantener su presencia constante en América Latina. Luego, José María Aznar añadió al catalán, que hablaba en la intimidad, el mexicano, que chapurreaba con Vicente Fox, y el tejano, que le sirvió para poner los pies sobre la mesa de Bush, decidido a sacarnos del rincón de la historia aunque acabara dejándonos arrinconados.

Ahora es el turno de José Luis Rodríguez Zapatero. El día 2 recibió al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas; el 10, se vio con Silvio Berlusconi en Cerdeña; el 11, con Hugo Chávez en Madrid y con Nicolas Sarkozy en París; el 14, con Medvédev en Moscú; hoy lo hará con Evo Morales en Madrid; el 17 asistirá en Bruselas al Consejo Europeo extraordinario bajo presidencia sueca; el 22 estará en la Cumbre del Cambio Climático en Nueva York; el 23 asistirá a la inauguración de la Asamblea de Naciones Unidas y a la cena que seguirá con el presidente Obama; el 24 intervendrá en la Asamblea General y participará en la Cumbre del G-20 en Pittsburgh; el 29 se verá con Gordon Brown en el Congreso Laborista de Brighton y acudirá a Copenhague en apoyo de la candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos de 2016.

Las nuevas necesidades cuentan en La Moncloa con Bernardino León y Milagros Hernando. Tienen tarea. Las visitas, como las de Hugo Chávez y Evo Morales, deberían llegar advertidas de que se abstengan de dar el mitin porque tampoco Rodríguez Zapatero los da cuando acude a sus países, donde se limita a recibir a la colonia española en la Embajada. Ni retórica sobre la madre patria, ni desplantes. Que se comporten en Madrid como lo hacen en Moscú o en Londres.

En cuanto a los viajes, nadie esperaba de Rodríguez Zapatero desafíos a sus anfitriones, pero acudir a Villa Certosa es continuar la confusión del ámbito público, donde comparecer es obligado, y el privado, que era excusable.

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