Lecciones del caso argentino
El principio del fin de la gripe A coincidió con el calor y el adelanto de las vacaciones
En Argentina hubo un millón de casos de gripe A y todavía se siguen registrando algunos contagios, pero la crisis que provocó la saturación de los servicios médicos ya se superó, los ciudadanos hacen su vida normal, llenan los teatros, los cines y los cafés, los colegios funcionan y nadie parece acordarse del agobio de finales de junio y principios de julio, cuando, con la llegada del primer frío del invierno austral, la gripe porcina puso patas arriba a todo el país.
Los expertos no descartan la posibilidad de una segunda oleada, más suave, si regresa el mal tiempo. Pero, por el momento, el cambio climático está teniendo un efecto beneficioso: el invierno ha durado realmente poco y Buenos Aires, por ejemplo, supera ya los 20º de máxima. En el sur, donde las temperaturas siguen siendo moderadamente bajas, la situación está también controlada, aunque no faltan las bromas sobre el hecho de que el presidente colombiano Álvaro Uribe anunciara, dos días después de asistir a la cumbre de Unasur en Bariloche, que padece la gripe A. "La tenía antes de llegar", aseguran las autoridades argentinas. El resto de los presidentes guarda silencio (y vigila su temperatura).
Averiguar cuántos casos de gripe A (H1N1) ha habido exactamente hasta ahora en Argentina es tarea difícil, porque las autoridades médicas dejaron muy pronto de diferenciar entre los distintos tipos de gripe y de enviar muestras para su análisis formal. Lo único seguro es que de 18.385 muestras analizadas al principio de la epidemia, oficialmente 8.240 casos fueron de gripe porcina, es decir, un 44,8%. El ministro de Salud, Juan Manzur, afirmó recientemente que proyecciones posteriores permiten estimar que durante las peores semanas el porcentaje fue del 92% y que en total hubo más de un millón de infectados por la gripe A. La cifra da cuenta de la extraordinaria rapidez y agresividad del contagio de este nuevo virus.
Por último, se sabe que hasta el momento se han registrado 512 muertes asociadas a la nueva gripe. El país latinoamericano con más víctimas fatales es Brasil, con 577 fallecimientos, pero hay que tener en cuenta la enorme diferencia de población entre los dos países: 40 millones de habitantes en Argentina frente a 191 millones en Brasil.
Del último informe epidemiológico publicado por el Ministerio de Salud argentino se desprenden algunas conclusiones que están siendo analizadas con gran interés, especialmente en Europa, que se prepara ante la irrupción de la gran epidemia. Por ejemplo: en Argentina, el mayor número de fallecimientos se produjo en el grupo de edad de entre 50 y 59 años, y no entre los mayores de 60 (como suele ser habitual en la gripe estacional normal). Los expertos se preguntan si tuvo algo que ver el hecho de que los mayores de 60 estuvieran en buena parte vacunados contra la gripe normal, pero no existe evidencia de nada parecido. El mayor número de muertes se concentró en las semanas comprendidas entre el 20 de junio y el 18 de julio, cuando el contagio estaba descontrolado y los servicios sanitarios, agobiados.
Los expertos argentinos consideran importante subrayar que, aunque el mayor número de fallecimientos se produjo entre personas de 50 a 59 años, la mayor incidencia de casos graves se registró entre menores de cinco años, algo muy poco frecuente en la gripe estacional normal y que despistó a muchos pediatras. Es igualmente relevante constatar que de las 302 mujeres embarazadas que contrajeron el virus H1N1, el 63% tuvo que ser hospitalizado por la gravedad del caso.
Los análisis semana a semana indican que el gran pico de contagio empezó a bajar suavemente a partir del 10 de julio, coincidiendo con el cierre de los colegios y de las recomendaciones de no asistir a espectáculos -los teatros estuvieron clausurados diez días en todo el país- ni a locales cerrados. Muchos expertos consideran que los niños son un vector de contagio formidable, porque no asumen medidas de higiene que los mayores incorporan a sus hábitos con más facilidad, y porque mantienen y provocan continuamente el contacto físico. Según eso, el adelanto de las vacaciones invernales fue decisivo a la hora de frenar la curva disparada de nuevos casos.
La bajada del índice de contagios no significa que la enfermedad haya desaparecido. Aun en la semana del 10 al 16 de agosto, el virus H1N1 era responsable del 92% del total de virus respiratorios notificados en mayores de cinco años. En los menores, había bajado hasta el 22,8% de los casos analizados, mientras volvía a subir el clásico virus VSR, el germen más común que causa infecciones en los pulmones y en las vías respiratorias en los bebés y en los niños. En cualquier caso, se trata ya de cifras pequeñas y Argentina se prepara para la primavera mucho más inquieta por el regreso del mosquito del dengue que por los nuevos casos de gripe porcina.
Lo que sí ha dejado claro el episodio de la gripe A es que Argentina resultó especialmente afectada porque padece niveles de pobreza mayores que los admitidos oficialmente y porque la red de prevención falló estrepitosamente en las primeras semanas, probablemente debido a que el país estaba sumido en una disputada campaña electoral.
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