Un poder minado por la represión a los opositores
La formación de Gobierno en 15 días será una dura prueba
La confianza que ayer exhibió Mahmud Ahmadineyad contrasta con los desafíos internos y externos que el presidente afronta en su segundo mandato. Por más que evitara mencionarlo en su discurso, la contestación popular a su elección ha minado su legitimidad. Además, la represión con la que ha respondido a las protestas le ha granjeado críticas entre sus propios aliados conservadores. En ese contexto va a tener muy difícil lograr apoyos para abordar las reformas económicas anunciadas e incluso para formar Gobierno. Éstos son los principales retos a los que se enfrenta:
- Formación de Gobierno. El presidente dispone de dos semanas para nombrar a sus ministros, quienes por imperativo constitucional (artículo 133) deben recibir el voto de confianza del Parlamento. De los 290 diputados actuales, Ahmadineyad cuenta con el apoyo de unos 70 que, como él, son antiguos oficiales de la Guardia Revolucionaria (el ejército ideológico, más conocido como cuerpo de Pasdarán). Otros tantos son reformistas o independientes próximos a éstos, que se opondrán a cualquiera que elija. El resto son conservadores moderados, muchos de ellos, como el presidente de la Cámara, Ali Lariyaní, bastante descontentos con su gestión y que van a escrutar con lupa a sus candidatos.
- Reformas económicas. Uno de los mayores fracasos del primer mandato de Ahmadineyad ha sido su gestión económica. Tanto reformistas como conservadores le han acusado de despilfarrar los ingresos del petróleo, alentar la inflación y no crear empleo. En su discurso de ayer, se comprometió a corregir los problemas del sistema bancario, reforzar la moneda y combatir el paro, aunque no dijo cómo piensa hacerlo. Al margen de los factores externos (sanciones internacionales y ausencia de inversiones), este Parlamento rechazó el pasado marzo su plan para sustituir los subsidios energéticos por dinero en efectivo para los más desfavorecidos. Si el precio del petróleo (que constituye el 85% de los ingresos del Estado) se mantiene bajo, tendrá problemas presupuestarios.
- Legitimidad política. Su llamamiento a la unidad de ayer se recibió más como un gesto retórico que como verdadera mano tendida a una oposición a la que aún acusa de estar manipulada por potencias extranjeras, y que le pagó boicoteando su toma de posesión. Incluso el favor que le profesa el líder supremo ha quedado comprometido después de que tardara ocho días en obedecer su orden para que cesara como primer vicepresidente a su amigo y consuegro Esfandiar Rahim Mashaié.
El desafío, reforzado cuando tras la dimisión de Mashaié le nombró asesor de la presidencia, ha dejado perplejos a muchos observadores. Algunos creyeron ver una advertencia en el discurso del jefe del poder judicial. Antes de que jurara su cargo, el ayatolá Mahmud Shahrudí le recordó el peso del velayat-e faqih (gobierno del jurisconsulto) en una democracia religiosa. Otros apuntan a que no se hubiera atrevido a desoír al líder si no tuviera el respaldo de los Pasdarán, en cuyo caso las fisuras de la cúpula del régimen serían más profundas de lo que se percibe.
- Sanciones internacionales y programa nuclear. La firmeza con la que Ahmadineyad ha defendido el programa nuclear iraní, probablemente la causa principal del respaldo tanto del líder supremo como de los Pasdarán, hace poco previsible que entre los "cambios importantes" que anunció ayer se encuentre una respuesta positiva a la petición de Estados Unidos y Occidente para que suspenda el enriquecimiento de uranio. Este proceso es el más difícil en la fabricación de armas atómicas, pero Irán asegura que sólo le interesa para fabricar combustible nuclear. En previsión de que Teherán ignore el plazo de finales de septiembre que le ha dado el presidente Barack Obama, Washington ya está preparando una nueva serie de sanciones económicas, entre ellas castigos a las compañías que le vendan gasolina (aunque la República Islámica es el cuarto productor de petróleo del mundo, se ve obligado a comprar sus derivados por falta de capacidad de refino).
A partir de aquí los análisis discrepan. Para algunos iraníes su debilidad en casa obligará a Ahmadineyad a buscar legitimidad fuera y será más flexible en eventuales negociaciones. "Necesita reconocimiento. Restablecer las relaciones con Estados Unidos le daría una baza muy importante", interpreta una fuente del sector bancario. Sin embargo, otros destacan que la confrontación con el exterior refuerza el apoyo de sus simpatizantes más radicales, por lo que se muestran convencidos de que no sólo no le importa el aislamiento, sino que lo corteja.
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