Frases lapidarias
El prefecto de la Congregación para el Culto Divino, Antonio Cañizares, ha pronunciado unas cuantas de esas frases lapidarias a las que nos tiene acostumbrados el Vaticano últimamente. En esta ocasión ha ligado la crisis económica con los abortos practicados en todo el mundo. Resulta que son esas interrupciones del embarazo las tropelías más graves de la actual crisis mundial. No las guerras, no la pobreza, no el hambre, no las enfermedades, no las corrupciones, no las injusticias, no la avaricia de unos pocos. "No hay barbaridad más grande que el aborto", ha dicho Cañizares. No perdería credibilidad a chorros la jerarquía católica si hiciera una condena igual de severa sobre la pena de muerte, por ejemplo. Sin embargo, como alternativa a esos 47 millones de abortos anuales, el Vaticano no ofrece un recurso que invite a las mujeres a replantearse tan extrema decisión. No ofrece, por ejemplo, cuidado y manutención a todos esos niños no nacidos.
A Cañizares, además, le importa poco que cada año 175 millones de niños queden desprotegidos por hambre, guerras o desastres naturales; él quiere sumar a esa cifra unos cuantos millones más. Lo curioso es que no recuerdo una campaña tan orquestada entre la curia y los obispos españoles cuando gobernaba Aznar.
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