_
_
_
_

<b>Arcángeles sólo de carne</b>

Si uno va al cabaret El Plata y tiene el privilegio de husmear los camerinos mientras los artistas se preparan para salir a escena, le recibirá un perfume de Nina Ricci envuelto en un sabor salobre que emana de los cuerpos desnudos revueltos, multiplicados, quebrados por los espejos bajo el sofocante sudor de las bombillas de 500 vatios. En este camarote color de rosa, los artistas se imparten cremas, prótesis, postizos, sexos ambiguos y se trasforman en arcángeles de carne pelada. Desde allí se oye el rumor del público que llena la sala.

Para calentar motores, antes de que empiece el espectáculo, un tipo punteado de lentejuelas, micrófono en mano, invita a la clientela a practicar el voyeurismo mirando por un agujero abierto en el escenario, que da directamente a los camerinos. Este vicio es un regalo de la casa. Enseguida se forma una cola de mujeres, sólo de mujeres, que primero ponen el ojo, luego ríen, hacen aspavientos, se jalean entre ellas y vuelven excitadas a la mesa donde les esperan los maridos, los novios o amigos, un poco confusos por esta desvergüenza. Les cuentan qué han visto. Se trata de un puzzle de muslos, senos y genitales, al que es imposible ponerle una cara. Este aperitivo acompaña al primer gin tonic de la noche. No está mal tener a la pareja bien lubrificada desde el principio antes de que suenen las trompetas.

El Plata de Zaragoza ha atravesado todo el siglo XX, incluida la caspa del franquismo, como un local de referencia sólo para señores, desde huertanos hasta altos funcionarios, que buscaban extasiarse ante la carne femenina de mejor o peor calidad, según mercado. Hoy el cabaret está lleno, en su mayoría, de mujeres jóvenes de clase media, funcionarias, amas de casa o ejecutivas dispuestas a pasárselo en grande, y su placer desinhibido es lo mejor del espectáculo, que se realiza a la vez en el escenario y en la sala.

Los strippers actúan en medio del público y las reinas desnudas ofrecen un licor con su lengua entre las mesas a cualquiera que se lo pida. No cabe duda que las mujeres han venido a este mundo a divertirse y si en algún lugar se cumple este principio es en El Plata dentro de una provocación sofisticada, entre el ajo y la fibra óptica, marca de Bigas Luna, que ha fabricado este juego erótico- baturro-galáctico. Basta con mirar a las mujeres del público para saber que a ellas les excita más que un desnudo masculino contoneándose, el arte de las chicas del elenco cuando realizan un striptease con la lascivia exacta. Se las ve con media sonrisa colgada como si asistieran a una clase de seducción, que estas amas de casa, funcionarias o ejecutivas tal vez pondrán en práctica esa misma noche en la alcoba matrimonial bajo una luz rosa tamizada. Es lo que tiene de alta escuela El Plata.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_