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Columna
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El Informe

Las más de 700 páginas del Informe sobre atención institucional a las víctimas del terrorismo en Euskadi, presentado el lunes por el Ararteko, son de gran interés. He podido ojearlas por Internet (donde puede encontrarse el informe completo) y mi primera mirada ha sido para el estudio sobre las posiciones de los adolescentes vascos, de entre 12 a 16 años. Los resultados pueden ser llamativos, pero no sorprendentes. Un 15% justifica la violencia etarra, mientras que casi otro tanto se muestra indiferente o no se define. En general, el rechazo es mayor entre los estudiantes del modelo A (en castellano), donde el repudio categórico asciende al 80%, mientras que entre los del modelo D (en euskera) no pasa del 62%.

Que el grupo de amigos y la familia son agentes extremadamente influyentes a la hora de explicar la justificación y legitimación de ETA en los escolares es algo que ya sabíamos, pero que el estudio corrobora sin lugar a dudas. En ninguna otra postura u opinión de los adolescentes se ha encontrado una correlación tan estrecha como en ésa. "Los jóvenes no sensibles hacia las víctimas del terrorismo sí lo son, sin embargo, hacia otras víctimas o hacia la ecología", se explica. Y sigue: "También lo serían hacia las víctimas del terrorismo si no neutralizaran o anularan su conciencia mediante una larga serie de valores y técnicas que, necesariamente, han tenido que ser aprendidas en sociedad". La socialización de la legitimación etarra pasa, efectivamente, por la repetición de los mantras que sirven para adormecer toda posible punzada de la conciencia, y que los adolescentes interiorizan rápidamente.

Éstas son algunas de las técnicas de neutralización (expuestas por Sykes y Matza, hace ya medio siglo), argumentos exculpatorios que nos son de sobra conocidos: "el responsable es el otro", el victimario tiende a presentarse como si la verdadera víctima fuera él; el agredido "se lo merecía", porque, evidentemente, "algo habría hecho"; "no tienes derecho a juzgarme", "menuda hipocresía, cuando seguro que no condenas ni las torturas, ni la guerra de Irak, ni lo de Palestina..."; "el fin justifica los medios", el sublime objetivo de un "pueblo liberado" merece todos los sacrificios.

Y es que, en general, todo el mundo se considera a sí mismo bueno y decente, una certeza que choca con el hecho de ejercer o justificar la violencia contra personas inocentes. Para evitar esa "disonancia cognitiva", esa incómoda contradicción entre nuestras certezas o nuestras actitudes, uno de los mecanismos psicológicos más comunes es plantear la violencia como defensiva; culpabilizando, por tanto, a la víctima.

Pero hay otra forma, claro está, de intentar evitar esa disonancia: enfrentándose en serio a las propias contradicciones, a las propias argucias justificadoras. Ésa es la ardua tarea que espera a esos adolescentes y en la que ha de colaborar toda la sociedad vasca.

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