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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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Me den de baja, por favor

Diego A. Manrique

Tengo mala suerte con los fans: siempre me tocan los ejemplares más impresentables. Puede que sea demasiado transparente: si voy a ver a Raphael, las enjoyadas señoras que me rodean advierten mi horror y se dedican a ilustrarme sobre su grandeza, aparte de prevenirme que leerán con atención lo que escriba. Si acudo a un concierto heavy, dispuesto a encuestar a los asistentes, me rodea el sector bárbaro de esa tribu generalmente pacífica y mi grabadora termina estrellada contra el suelo.

Volviendo de Barcelona, coincido con los rezagados del U2 Army. Parecen paramilitares de permiso, con cabezas rapadas, pantalones piratas y la obligada camiseta caqui que certifica que estuvieron en el inicio de la 360 º Tour. Intento entablar conversación; imposible, llevan mucho machaque encima. Ocurre que ya no puedo compartir su fe. Me asombra que alardeen de sus sacrificios: los montajes de U2 se aprecian mejor en el correspondiente DVD, que editarán en unos meses. Hubo aciertos gloriosos -algunos momentos de Zoo TV- pero tampoco entiendo que los dublineses se responsabilicen de mantener el concepto de Gran Espectáculo en el territorio del rock. Gracias, pero suena a coartada para justificar esas codiciosas giras mastodónticas. Igual que esas excusas para negar que lanzar ediciones U2 del iPod o el Black Berry constituyan un patrocinio.

U2 se niega a reconocer lo obvio: que está adquiriendo los vicios de los megagrupos

Ésta es una banda que se niega a reconocer lo obvio: que está adquiriendo los vicios de los megagrupos frente a los que, se supone, ella ofrecía una alternativa. Como los Stones, convierten sus presentaciones en citas generacionales, autocelebraciones de su poder.

Cuidado: detesto el tópico de renegar de Bono por su omnipresencia y su filantropía. Tengo máxima simpatía por el personaje: entrevistarle solía ser una experiencia intelectualmente vivificante, diversión garantizada y -si circulaba el alcohol- algún tema nuevo cantado a pelo. Cierto que Bono y sus socios han perdido su preeminencia ética. Algunas decisiones empresariales, incluyendo el traslado de parte de sus negocios a Holanda para esquivar los (superiores) impuestos irlandeses, les dejan en mal lugar. Triste: durante años, U2 fue uno de los referentes morales de la República de Irlanda; en contra de los automatismos que exigen identificarse con las minorías, atacaron al IRA por sus métodos y por su sectarismo.

De rebote, pierde autoridad una de sus voces más sensatas del rock. Era leyenda dentro de la industria la llamada "charla de Bono". Cuando se encontraba con una banda en ascenso, el cantante compartía sus enseñanzas, que iban desde consejos económicos - "no te compres la mansión hasta que no saquéis el disco en directo"- a recomendaciones vitales: "en vez de quejarte de estar tocando en un país extranjero, aprovecha esa experiencia para ampliar horizontes".

Imposible hacer aquí una paráfrasis de aquellas advertencias. Eran astutas y graciosas, aunque no garantizaban resultados: Kurt Cobain desaprovechó aquella conversación. El cabecilla de Nirvana pertenecía a un movimiento fundamentalista que había interiorizado que fichar por una multinacional constituía la máxima traición a sus ideales. El miserable final de Cobain, recordaba Bono, no fue único: Kristen Pfaff, bajista de Hole, apareció muerta tras una temporada de agonías por el salto al sello Geffen.

Sospecho que, ahora mismo, tampoco Bono está muy seguro de vivir según sus propias orientaciones. Hace poco, protagonizó un penoso renuncio. Dave Marsh, un dogmático periodista musical estadounidense, le retó a debatir públicamente los resultados prácticos de sus flirteos con los "amos del universo". Bono aceptó, aunque luego se lo pensó. Los argumentos de Marsh tenían peso pero su posición personal es endeble: pertenece a la guardia pretoriana de Bruce Springsteen (su esposa dirige, con Jon Landau, el management), del que funciona como biógrafo oficial. Bono prefirió no entrar en comparar posturas -hay un pacto de no agresión entre superestrellas- y se retiró del debate. Y me entristece: en otros tiempos, con su locuacidad y su sencillo humanitarismo, habría salido triunfante del brete.

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