Las bondades de la mugre
Aunque los expertos consideran que es una teoría difícil de comprobar, cada vez son más numerosos
los estudios epidemiológicos que demuestran que quienes han estado durante su infancia expuestos a determinadas bacterias tienen menos probabilidades de contraer algunas enfermedades. Dicho de otra manera, que los que trataron con la suciedad están mejor blindados ante algunos males. O si prefieren un ejemplo: quien tuvo de niño un perro o un gato corre menos riesgos de padecer alergias.
No se trata de criticar la higiene ni de recomendar que no se laven las manos. La limpieza acabó con la letal amenaza de muchas enfermedades infecciosas y, desde que el agua es bien venida para quitar cualquier mugre, la fiebre reumática, las paperas, el sarampión, la hepatitis A o la tuberculosis son menos peligrosas.
"El problema no es la higiene en sí misma, sino que no es selectiva y se han aniquilado algunos viejos amigos", decía el pasado viernes en las páginas de este diario Francisco Guarner, un investigador del hospital Vall d'Hebron. Son numerosos los estudios que muestran que el exceso de protección al que se somete a algunos niños frente a su entorno es la causa de que hayan aumentado las alergias, las dermatitis y algunas enfermedades relacionadas con el sistema inmune, como la diabetes, la obesidad y la esclerosis múltiple.
La filosofía que para evitar cualquier mal recomienda aislarse en una torre de cristal se está yendo a pique. Y es una filosofía muy querida en las sociedades teóricamente desarrolladas, donde hay padres que, para liberar a su retoño de contagios, dejan de tener más hijos, procuran no llevarlo a un colegio, evitan que se cruce con los vecinos, no lo sacan al parque... y lo lavan permanentemente.
Excesos inútiles, y también perniciosos. La flora intestinal de las criaturas humanas tiene más de cien billones de bacterias, de entre 500 y 1.000 especies distintas. Mucho jabón hace falta para liquidarlas a todas. Cargarse una sola de ellas, argumentan algunos, es tan catastrófico como la extinción de una especie en el Amazonas. Tenía razón el escritor francés Henri Michaux, amigo de visitar tierras lejanas y de experimentar con sustancias raras, cuando defendía sus defectos. Si los quito, preguntaba, ¿qué pongo en su lugar?
