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Una escena efervescente

Cante y baile sin humo

Rosa Rivas

Un tablao del siglo XXI. Así perciben muchos adeptos a Las Carboneras (ww.tablaolascarboneras.com). Es la sala de moda, se dice entre los aficionados. Está en los bajos del antiguo palacio del conde de Miranda, junto a la plaza de San Miguel. La dirección artística la llevan tres bailaoras hermanadas por los escenarios y su aprendizaje en la escuela Amor de Dios (www.amordedios.com), una sólida fuente de profesionales del arte flamenco por medio mundo.

La barcelonesa Manuela Vega, la alicantina Natalia González LaTacha, y Ana Romero, nacida en Melbourne de padres andaluces, son socias fundadoras, programadoras y artistas. "Somos muy tablaeras, pero esto no lo hemos enfocado a lo comercial, sino a la calidad, a las ganas de flamenco de verdad", explican.

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Mucho más que un espectáculo para guiris

En Las Carboneras hay restaurante, pero -cosa extraordinaria- no se fuma. Tampoco hay concesiones al turisteo. Sus espectáculos tienen horario temprano para lo que se gasta el sector (20.30 y 22.30), y exigen atención. "Es como un teatro; el espectáculo se respeta. Hay que educar al público y no venderles la pescadilla".

En cuanto a la cantera flamenca madrileña, constatan que "hay mucha, pero no se le da importancia". Bailaores consagrados como Rafael Amargo y emergentes como Amador Rojas han pasado por su tablao. Ángel Gabarre es su cantaor residente. Los camareros suelen ser artistas, como en Hollywood cuando sirven mesas los actores. "Quieren ver y aprender". De estética moderna, las paredes de Las Carboneras exponen fotografía o pintura relacionadas con el flamenco.

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Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.

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