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Columna
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1971

En 1971, el Valencia ganó la Liga, Eddy Merckx conquistó su tercer Tour y Johan Cruyff recibió su primer Balón de Oro. Además, Lajos venció a Retegi I en la final del Manomanista. En dicho año se fundó Greenpeace y, casualidades de la historia, inició su actividad la central nuclear de Garoña. Probablemente, este hecho fue recogido por el No-Do, en su habitual catálogo de inauguraciones excelentísimas.

Hoy, 38 años después, los propietarios de la planta y no pocos apologetas de la energía nuclear quieren que Garoña siga abierta, al menos, durante otra década más. A los argumentos de antaño (energía barata, única alternativa realista al petróleo, etcétera) se han sumado otros de nuevo cuño. Aprovechando que el Ebro pasa por el norte de Burgos, se alude ahora a la importancia de estas instalaciones para evitar el incremento de las emisiones de CO2.

El debate sobre la continuidad de esta infraestructura va más allá de la discusión sobre la conveniencia o no de optar por la energía atómica. La cuestión es si una instalación potencialmente peligrosa debe de permanecer abierta más allá de los 40 años para los que fue diseñada. El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) es favorable a la continuidad de la planta, siempre y cuando se afronte una docena de mejoras relativas a la seguridad y al almacenamiento de los residuos. Desde Greenpeace, en cambio, se refieren a Garoña como "la central de las mil y una grietas" y denuncian la obsolescencia de la misma.

Dos de las principales razones que se están barajando para reivindicar el mantenimiento de la actividad en la instalación burgalesa son la conservación de los puestos de trabajo y las consecuencias apocalípticas que tendría para el consumidor -incremento de las tarifas incluido- el cierre de la planta. Respecto a la primera, cuesta creer que dos gigantes energéticos como Endesa e Iberdrola sean incapaces de recolocar a los trabajadores afectados por un hipotético cierre. También es poco probable que la desaparición del 1,4% que Garoña aporta a la producción eléctrica española nos obligue a recurrir a las velas o, al menos, no en mayor medida que hasta ahora.

Cabe recordar que centrales más modernas como las de Vadellós II y Ascó, en donde también participan los propietarios de Garoña, y que supuestamente son tan seguras y respetuosas con el medio ambiente como ésta, han sufrido en los últimos cinco años "incidentes" calificados por el CSN con un nivel 2 (el nivel 7 es Chernóbil). Vandellós I fue cerrada en 1989, tras otro incidente de nivel 3.

El pasado viernes el Parlamento vasco aprobaba por amplia mayoría solicitar al Gobierno de España el cierre definitivo de la planta. Zapatero se encuentra ante una magnífica oportunidad de demostrar que es un hombre de palabra y que cumple con las promesas de su programa electoral. Si aun así tiene dudas, siempre puede convocar un referéndum.

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