Cuidados para un buen final
El trabajo en equipo saca del aislamiento a las áreas de tratamientos paliativos
Una de las primeras llamadas que recibió el viernes por la mañana el doctor Jaime Boceta fue la de José, un enfermo que estuvo ingresado hasta hace 10 días en el hospital Macarena y al que trató el equipo de cuidados paliativos. Se fue a su casa con el dolor controlado a base de paracetamol, pero el jueves se hizo insoportable y a la mañana siguiente telefoneó al médico. Éste le dijo que acudiera a la consulta de su médico de cabecera y le llamara desde allí. "He hablado directamente con su médico y nos hemos puesto de acuerdo en un tratamiento", cuenta Boceta, que coordina la atención hospitalaria del área de cuidados paliativos del Macarena.
Este trabajo en equipo es uno de los pilares de la estrategia seguida en los últimos años en Andalucía en estas áreas y que se aplica con especial celo en el Macarena. La clave es el trabajo coordinado con el médico de cabecera o el especialista que trate al paciente. "Creemos que es fundamental para el beneficio del enfermo", explica Boceta, quien a última hora de la mañana volvería a llamar a José para ver si el tratamiento le había hecho efecto. "Si no es suficiente, le mandamos una ambulancia a su casa y lo ingresamos aquí. Tenemos dos camas libres y una ya la tenemos reservada para él".
Las nuevas unidades borran el estigma de 'habitaciones de desahucio'
"Luchamos por la vida y para que el final sea en las mejores condiciones"
"La ley recoge las prácticas que ya hay, pero es bueno que se ordenen"
Andalucía cuenta con 50 equipos destinados a estos tratamientos
El cambio en la mayoría de las áreas de trabajo paliativo ha sido radical en los últimos años. "Antes, en un momento dado, había como un hachazo. El enfermo salía de oncología o de donde estuviera ingresado y pasaba a cuidados paliativos". El trabajo coordinado, la publicación de guías prácticas elaboradas por los profesionales y la aprobación del Plan Andaluz de Cuidados Paliativos 2008-2012 están consiguiendo, poco a poco, borrar ese estigma de habitaciones de desahucio que ha marcado durante años a las salas para enfermos terminales.
La propia fisonomía de la planta de tratamiento paliativo del Macarena contribuye a ese cambio de imagen. Inaugurada hace tres meses, el ala que acoge las 15 habitaciones destinadas a estos cuidados parece, salvando las distancias, el pasillo de un buen hotel. Paredes amarillas y grises, puertas robustas, baños con azulejos de colores y toda la intimidad posible en un hospital. Doce de las habitaciones son dobles, pero con tabiques que se corren para convertirlas en estancias individuales. En esta planta están los pacientes en situación terminal que requieren permanecer ingresados para que les alivien el dolor. Algunos pasan allí unos días y otros varias semanas. Esa es otra de las claves del trabajo de los últimos años: que el ingreso dure lo menos posible y, cuando la situación esté controlada, el tratamiento siga en casa del enfermo.
De esta parte se encarga el equipo de atención domiciliaria de la unidad de paliativos del Macarena coordinado por el doctor José Luis Royo. En ella trabajan cuatro médicos y cuatro enfermeras que visitan a los pacientes en sus domicilios y están localizables a cualquier hora por teléfono para resolver dudas del enfermo o su médico. Como en el caso de José. "Estas conversaciones son frecuentes. Un médico de cabecera puede ver dos o tres casos terminales al año. Nosotros ocho o diez al día. La experiencia ayuda", cuenta Boceta. Él coordina la tercera pata del programa de paliativos: el soporte hospitalario, que atiende a personas ingresadas en cualquier especialidad del hospital Macarena y que requieran cuidados paliativos.
Desde que a finales de los años ochenta se crearon las primeras áreas destinadas a estos tratamientos, Andalucía cuenta ya con 16 unidades con habitaciones exclusivas para ellos y 34 equipos de soporte que trabajan en los hospitales y en los domicilios de los enfermos. Como Boceta, todos se afanan por hacer ver que su labor es, igual que la de cualquier otro médico, una "constante lucha por la vida". "Nosotros apoyamos la vida de una persona que tiene una enfermedad grave y que, probablemente, va a provocarle la muerte en no demasiado tiempo. Pero aquí luchamos por su vida hasta el último día y por que cuando llegue el momento final sea en las mejores condiciones", afirma. Boceta se niega a que se identifique su unidad como "el lugar al que la gente viene a morir". "Aquí la gente viene a vivir, a que le ayuden a seguir viviendo. Y muchos vienen y salen con una expectativa de vida de muchos meses".
El reto, que poco a poco se está alcanzando, es que el que se tenga que morir, "se muera bien". "Con los síntomas controlados y rodeado de su familia", explica el médico. ¿Morir bien es morir sedado? "No siempre", aclara Boceta. "Si los síntomas están controlados, y la persona puede disfrutar hasta el final de su familia, su casa y lo que ha ido sembrando en su vida, no hay mejor final".
La relación directa que a menudo se hace entre la futura ley andaluza de muerte digna y los médicos paliativistas causa cierta aversión en los profesionales. "En todas las especialidades se mueren enfermos", advierte Boceta, quien, sin embargo, no niega que ellos son los más beneficiados por la norma. "No añade ninguna práctica que aquí no hagamos todos los días, pero es bueno que se ordenen en un texto legal", apunta. Y, según el médico, ninguna de las dudas que determinados sectores han intentado volcar sobre la ley tiene sentido: "No es un paso hacia la eutanasia, ni dice nada contrario a otras leyes ni a lo que éticamente nos parece correcto en el código deontológico de la Organización Médica Colegial. Ni es, en absoluto, contraria a los diferentes credos religiosos que se siguen en Andalucía".
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