Ayudar a quién
No parece coherente que las ayudas oficiales vayan a parar automáticamente a películas triunfadoras en taquilla en lugar de volcarse en proyectos artísticamente de riesgo, de esos que raramente pueden financiar los productores privados. Hubo un tiempo en que se hacía así, pero ¿y si el guapo que decidía las ayudas tenía intereses ocultos y beneficiaba a amiguetes? Alguien pensó que más valdría cortar en seco tales sospechas, cambiar el procedimiento y conceder las ayudas según el raso objetivo de su recaudación en taquilla, sin percatarse de que también de esa manera podrían generarse engañifas: ¿No se les iba a ocurrir a los productores pudientes comprar ellos mismos las entradas necesarias, fingiendo un éxito que se vería premiado automáticamente con las ayudas?
Ya veremos
Habrá habido de todo, y seguirá habiéndolo porque la picaresca está aquí desde el fondo de los siglos. La inteligente fórmula que ahora propone el nuevo equipo ministerial trata en cierto modo de combinar ambos criterios, por un lado gratificando el éxito y por el otro objetivando a través de festivales y premios internacionales la calidad de otras películas. Por citar un ejemplo de entre los muchos posibles, ahí está este año Retorno a Hansala, humilde película de Chus Gutiérrez premiada en unos cuantos festivales internacionales, que sin embargo en España no ha visto casi nadie en el cine, lo que en consecuencia no le permite percibir las ayudas derivadas a un posible éxito comercial. No se tratará de dar más dinero al cine español, como bien ha observado el futuro nuevo director de la Academia, Álex de la Iglesia, sino de repartirlo mejor. Veremos qué ocurre.
El cesado director general, Fernando Lara, ha publicado esta semana un artículo En legítima defensa propia en el que da cuenta del trabajo realizado en sus casi cinco años de gestión frente a ciertas críticas que le reprochaban haber estado de brazos cruzados. En él advierte que hay profesionales del cine español reclamando un diálogo -que a juicio de Lara nunca ha dejado de existir durante su mandato- "que mañana pueden volverse contra el ICAA cuando crean que se desvía un ápice de sus intereses. Que no son los del cine español, sino los suyos; particulares, cambiantes y, a veces, inconfesables". Críptica y desazonadora acusación que seguramente encierra algún que otro gato que quizá los nuevos gestores no deberían tirar en saco roto.
Babelia
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