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El vuelo 447 se hunde en el misterio

Un cúmulo de anomalías dispara las hipótesis sobre las causas del accidente del Airbus - La Marina brasileña recupera las primeras piezas del avión

Antonio Jiménez Barca

El misterio crece en torno a la tragedia del vuelo AF-447. Las filtraciones sobre las numerosas anomalías registradas por el Airbus de la compañía Air France están alimentando todo tipo de hipótesis sobre las causas que llevaron al aparato a precipitarse al Atlántico con 228 personas a bordo el lunes pasado. Según una información publicada ayer por Le Monde, el avión volaba, cuando entró en una zona de grandes tormentas, a una velocidad "errónea".

Así, al menos, se desprende de los cálculos de la Oficina de Investigaciones y Análisis aéreos, el organismo francés que se encarga de determinar las causas del accidente y que, según el diario francés, que cita fuentes anónimas del organismo, tiene previsto enviar una recomendación a los Airbus actualmente en funcionamiento en este sentido a fin de que no cometan el mismo error. Sin embargo, este organismo se apresuró a desmentir esta filtración. En la información de Le Monde, no se especifica si esta velocidad "errónea" era alta o baja, ni qué implicaciones podría tener este hecho en el accidente. De cualquier manera, penetrar en una violenta tormenta demasiado deprisa comporta unos riesgos, y hacerlo demasiado lentamente también, aunque diferentes: los aparatos electrónicos y lectores de vuelo pueden verse afectados.

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Según el diario francés, este hecho, sumado a la lectura de los mensajes automáticos enviados en escasos minutos por el avión poco después de entrar en la tormenta, desde las 4.10 a las 4.14 (hora peninsular española), indican que el Airbus se desintegró en el aire. Por entonces, la tormenta, con nubes altas cargadas de electricidad, venía zarandeada por vientos de más de 160 kilómetros por hora, según los satélites meteorológicos.

La traducción de esos mensajes lleva a una hipótesis sobrecogedora. El primero de ellos indica que el avión desconecta el piloto automático al tiempo que reduce velocidad; los siguientes indican un fallo en serie de los sistemas informáticos centrales y una "velocidad vertical", lo que significaría que en ese momento el avión empieza a caer en picado. La posterior e inevitable despresurización de la cabina sería causa o consecuencia de una explosión.

Los medios franceses parecen inclinarse por la teoría de la desintegración del avión en pleno vuelo. Además de los mensajes citados, aportan otra prueba: la dispersión de los restos encontrados.

Sin embargo, el Ministerio de Defensa brasileño señaló que, a su juicio, las enormes manchas de queroseno aparecidas en la zona de rastreo indicarían todo lo contrario: el avión, sin control, se estampó contra el océano, pulverizándose al estrellarse contra el agua. Si hubiera explotado en el aire, el queroseno se habría volatilizado.

Mientras tanto, los aviones y los barcos, brasileños y franceses, siguen rastreando los restos del avión en una zona acotada de unos 6.000 metros cuadrados. El Ejército brasileño asegura haber avistado objetos personales de algunos pasajeros. Y añade que, en caso de encontrar algún cadáver, la prioridad sería la de trasladarlo a tierra firme. Ayer por la tarde, la Marina brasileña anunció que comenzaba a recoger, por fin, los primeros restos. Pronto serán estudiados. Se trata de una pieza de 2,5 metros cuadrados utilizada para la acomodación de la carga en el avión y dos boyas pertenecientes al Airbus de Air France. Los objetos fueron avistados a 550 kilómetros de la isla de Fernando de Noronha.

Miembros de la tripulación de un Breguet Atlantis, avión de reconocimiento francés que participa en el rescate del vuelo AF-447.
Miembros de la tripulación de un Breguet Atlantis, avión de reconocimiento francés que participa en el rescate del vuelo AF-447.REUTERS

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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