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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un joven en plena madurez

El pianista Lang Lang asombró en el concierto de Madrid

Jesús Ruiz Mantilla

A un pianista en la cumbre se le dan por supuestas varias cosas. Virtuosismo, dominio de un abanico amplio del repertorio, personalidad, trascendencia, color, énfasis, tanto arrebato como templanza, sensibilidad extrema... Los intérpretes maduros suelen mostrar todas esas virtudes. Lang Lang también. Pero es que él tiene 26 años. ¿Qué será cuando cumpla 50?

Pues habrá que soñar con llegar a escuchar a este prodigio chino. Por ahora le podemos disfrutar como a uno de los grandes en conciertos como el del pasado sábado, dentro del ciclo Juventudes Musicales en Madrid. Como a un pianista en la cima sin que haya alcanzado la plenitud de una carrera.

Asusta e ilusiona a quienes aman el piano imaginar cuál será el límite de este chaval que quiso aprender a tocar el piano después de ver unos dibujos de Tom y Jerry por televisión.

Llegó afectado por una infección de oído. Pero ese pequeño percance no robó un ápice de su expresividad. Lang Lang no es un pianista ermitaño ni cerrado, todo lo contrario. Toca para la gente, para quien en cada momento le escucha. No para el más allá. Es de este mundo. Y eso le engrandece. Presentó un programa arriesgado. En la primera parte la Sonata 959 de Schubert. Pura trascendencia escrita por el compositor romántico semanas antes de morir. Su interpretación fue sencillamente asombrosa. Rica y sorprendente. Cálida, fresca, arriesgada, alejada de los cánones del clasicismo centroeuropeo, entre afrancesada y jazzistica, diríamos. Las manos de Lang Lang llevaban la música del austriaco de manera transversal y nos presentaba su música como hija del mejor Mozart y abuela de Debussy. Un viaje imaginario y emocionante, en el que Lang Lang releía e inventaba, jugaba y saltaba de la inagotable expresividad del Allegro a los laberintos más oscuros del Andantino.

Luego llegó la Sonata de Bartok, escrita en 1926, imponente, enérgica. Y después siete asombrosos Preludios de Debussy. Piezas de destello y recogimiento. Pequeñas, delicadas obras maestras que cuadran perfectamente con la personalidad de Lang Lang. Colores impresionistas que el pianista chino aborda desde su expresividad más honesta. Con la alegría y el misterio que tan bien le sienta a él y a quienes le escuchamos crecer.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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