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24ª y última corrida de la feria de San Isidro

La conmoción de los Palhas

Es la segunda ganadería con mayor antigüedad en Madrid, después de la de Miura. Ha pasado, en 160 años de historia, por momentos buenos, regulares y malos. Pero en ella se ha producido el milagro de la regeneración, y de qué modo. Lidió el pasado miércoles en San Isidro, causando sensación por segundo año consecutivo y haciendo ver la emoción primigenia del toro bravo como ninguna otra. El trapío y seriedad de sus toros, inmejorable; rematados, rebosantes de fuerza y vigor, de caja grande pero armonizada y con las defensas que debe de tener el toro que se precie en Madrid.

En cuanto a su comportamiento, el balance no puede ser más positivo. Al menos tres embistieron con franca bravura y ninguno dejó de demostrar casta, aunque algún ejemplar se entregara menos. Ni genio, ni malas ideas tuvieron. Sí entrega y listeza, que es cosa bien distinta.

El pasado año ya se trató de ningunear su calidad alegando que no humillaban. ¡Vaya si humillaron cuatro de ellos este año! Hasta tal punto es la conmoción que los comentarios generados por su comportamiento continúan acaparando el interés de los aficionados, ya casi en detrimento del hasta ahora indiscutible cetro sostenido por la ganadería de Victorino Martín.

Matadores sin talla

Daba su cosa observar cómo esos hermosos y bravos ejemplares eran arrastrados al desolladero con las orejas puestas en su sitio, y ése es el otro grave problema que comienza a hacerse más que patente si miramos al escalafón de matadores. ¿Cuántos de ellos hay ahora mismo capaces de cortarles una sola oreja a un toro de Palha? Extremando el juicio, y dando por hecho que las figuras ni siquiera reparan en la posibilidad de hacerlo, resulta que tan sólo parece surgir un nombre: José Pedro Prados, El Fundi, quien se recupera a marchas forzadas de las lesiones craneales que le produjo la caída de un caballo, y, tal vez, Diego Urdiales y Luis Bolívar, que estuvo hecho un tío con ellos el año pasado.

El resto de los valores medios del escalafón no parecen dar la talla adecuada. La mayoría están avisados por cornalones previos como para decidirse a echar el resto de valor y entrega ante estas corridas. Milagros como el de Rafaelillo hace dos años con la corrida de Dolores Aguirre no han vuelto a ocurrir. Aquello de El Espartero de que cuantas más cornadas recibía, más orgulloso y más valiente se volvía, hasta acabar recibiendo la mortal de un Miura en la plaza vieja de Madrid, no es ya de recibo hoy día. Tampoco parecen quedar ya ruizmigueles, prodigios de técnica lidiadora, ni manilis con reaños y entrega a toda prueba. Los toros de Palha van a salir al ruedo pero, al paso que vamos, no van a encontrar un solo capote al que embestir.

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