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Cosa de dos
Columna
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'Himnosis'

Hace tiempo estuve en Cali (Colombia) en la entrega de un premio al escritor hispano-peruano Mario Vargas Llosa. Antes de la entrega, la orquesta nos entretuvo interpretando estos himnos: el del centro que lo premiaba; el de Cali; el del Valle, la región colombiana donde está Cali; el de Perú; el de España; el de Colombia... Cuando acabó la serie le pregunté a un editor que estaba allí, Moisés Melo, a qué se debía esa profusión de himnos, y respondió veloz: "A que Colombia vive en perpetuo estado de himnosis".

Hace dos semanas caminaba por la Feria del Libro de Buenos Aires y escuché el himno de España interpretado por una banda argentina. Nos paramos algunos: ¿Qué sucederá? El jefe de la banda lo aclaró enseguida: no pasa nada, lo tocamos porque es nuestro. Esa marcha, dijo, nació en la Argentina. Ahora es el himno español silbado el miércoles. Sin letra. Imaginen si tuviera letra.

Y la que ahora se ha armado con el himno. TVE ha hecho bien depurando las responsabilidades que hay detrás de una ocultación que se parece al dedo con que los niños quieren tapar el sol. Que en una audiencia como la que había en Mestalla se iba a producir, por lo menos, división de opiniones ante la melodía hímnica lo podía intuir cualquier ciudadano, periodista o no. ¿Había que ocultarle al Rey la pitada? No, si el Rey estaba allí. ¿A los televidentes? ¿Para qué? El Rey y los televidentes, es decir, la ciudadanía, saben que ese himno que inventaron los argentinos desata el furor que desata, y que hasta que todos seamos calvos será así. Parece.

Desde el punto de vista periodístico, es un desastre que no te cuenten todo lo que ocurre que sea relevante para la opinión pública. La rectificación se fue haciendo a trompicones, hasta que ayer Javier Pons (el director de TVE) emitió en su propia cadena una fe de errores histórica, porque los medios no suelen darle tanto bombo a sus propios fallos o por lo menos no suelen darle esa dimensión que alcanzó en el telediario del mediodía. Ahora viviremos unos días en estado de himnosis y luego volveremos a hablar de la vida, que no tiene himnos sino victorias, derrotas o indiferencia.

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