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La gran final de Copa

El Athletic adelanta el Día Grande de Bilbao al 13 de mayo

Decenas de miles de aficionados convirtieron la ciudad en una fiesta permanente toda la jornada de la final

"No hay que esperar a que el partido empiece para empezar a ganarlo. Si no ganamos, la alegría que estoy sintiendo ahora y en los últimos días ya es un triunfo para mí. El Athletic corre por mis venas". Así de entusiasta se manifestaba ayer Unai, un adolescente de 17 años que, ataviado con la camiseta del Athletic, derrochaba alegría junto a su cuadrilla en la zona del Arenal. El caso es que Unai lo estaba celebrando a las seis de la tarde. Y es que ayer Bilbao fue una fiesta permanente previa a la final, como si el día grande de la Aste Nagusia se hubiera adelantado al 13 de mayo. Las calles y zonas céntricas, y los aledaños de San Mamés se convirtieron en una marea rojiblanca desde primeras horas de la tarde. Ningún visitante se hubiera dado cuenta de que en realidad no eran las fiestas de Bilbao lo que se estaba celebrando. La capital vizcaína vivió en perfecta comunión las horas previas, aficionados y no aficionados. Todo olía a rojiblanco, todo se veía rojiblanco. "Esto es como un carnaval temático. Todo el mundo disfrazado igual, con las camisetas rojiblancas", bromeaba una madre con su hija, ataviadas ambas de los pies a la cabeza con el equipamiento del club.

"El Athletic es de lo poco que sirve para unir a la gente en este país"
"La alegría que siento ya es un triunfo. El Athletic corre por mis venas"
El partido se convirtió en el único argumento en toda la ciudad
"Si ganamos, empalmo y me voy de marcha hasta el lunes"
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- Sin extraescolares. Nadie en Bilbao escapó del embrujo de la final. Y mucho menos los colegios. Algunos centros suspendieron las actividades extraescolares de la tarde para que los niños se pudieran empapar del ambiente festivo que se adueñó de la ciudad desde primeras horas de la tarde. Andrés Vesga, docente en un colegio público bilbaíno, asegura que le resultó "imposible" contener el entusiasmo que desbordaba a sus alumnos durante las clases de la mañana. "Si casi no puedo dar clase... Todo eran comentarios sobre la final; que si el Athetic por aquí, que si el Barcelona por allá. Me dolería una derrota, pero, sobre todo, me dolería por la ilusión que tienen estos chavales. A saber cuándo nos vamos a ver en otra final".

- Un día sin uniforme escolar. Varios centros de la red privado-concertada permitieron a sus alumnos que acudieran a clase sin el uniforme escolar obligatorio de todos los días. ¿El motivo? Pues para que pudieran ponerse las camisetas del Athletic. Lo importante era que la fiesta también se trasladase desde la calle a las aulas.

- La camiseta en el trabajo. Y no sólo los colegios se permitieron esa licencia. También en algunas empresas los empleados acudieron a su puesto de trabajo con la camiseta del equipo. Es el caso de Alfonso, quien trabaja en las oficinas de una gran compañía internacional. "Habitualmente voy con la corbata, pero el día anterior (por el martes) hablamos con el jefe sobre el tema y dijo que no le importaba. Nunca había vivido un ambiente así en la oficina. Y eso que llev más de 15 años".

- Autoridades 'desaparecidas'. Ni ruedas de prensa ni nada por el estilo. Increíble, pero cierto. Un día entero sin que ningún político se acercase a un micrófono a realizar declaraciones. Todas las autoridades estaban camino de Valencia. El alcalde, concejales, diputado general, resto de diputados. Todos en la final. Lo que se conoce como un vacío de poder. La actividad institucional permaneció bajo mínimos a lo largo de toda la jornada, con todas las miradas puestas en Valencia.

- Pantallas insuficientes. La gente se echó a la calle desde el mediodía para coger sitio en las pantallas gigantes instaladas en los puntos neurálgicos de la ciudad. E hicieron bien, porque las 22 pantallas resultaron insuficientes. A las siete de la tarde ya era imposible conseguir sitio para ver algo en las dos colocadas en la calle García Rivero, uno de los puntos más calientes de la fiesta rojiblanca. A pesar de las dificultades para ver el partido, todo el mundo prefería hacerlo en la calle, aunque fuese mal, que recogidos en sus casas. Iratxe, con camiseta del club y txapela contaba allí, en las inmediaciones de García Rivero, que intentaría acercarse con su cuadrilla hasta la zona del Arenal, aunque asumía que a lo mejor no podrían ver el partido. A su lado, Patricia confesaba abiertamente que no le gusta el fútbol, pero también aseguraba que no estaba dispuesta "a ser la única que no se emborrache esta noche en Bilbao".

- Carnaval temático. La Gran Vía se convirtió desde muy pronto en una marea rojiblanca. "Es como un carnaval temático. Toda la gente disfrazada igual, con las camisetas del Athletic", bromeaba una madre con su hija pequeña. Las dos, por supuesto, iban vestidas de pies a cabeza con la equipación del club. Entre toda esta riada, especialmente densa en la calle Pozas, donde no cabía nadie, destacaba Marisa con una camiseta del Barcelona. "No creo que nadie me diga nada. Somos dos aficiones que siempre nos hemos llevado bien. Bueno, hace 25 años no tanto, pero ha llovido mucho desde entonces".

- El hervidero de Pozas. La calle Pozas respiraba fútbol y fiesta por todos sus costados. A partir de las siete de la tarde ya no se podía avanzar por esta arteria, otro de los centros neurálgicos del ambiente de la final. Es imposible que todas las personas congregadas pudieran ver el partido en las pantallas. "Me intentaré enterar del partido. Aunque lo vea a duras penas. Lo que no me puedo perder es el ambiente. Ni en las fiestas he visto una cosa igual", decía entusiasmado uno de los jóvenes, afanándose por encontrar un hueco.

- El 'Santuario'. 40.000 aficionados abarrotaron la Catedral de San Mamés desde las ocho de la tarde, el momento en el que se abrieron las puertas del estadio. "No estamos solos, somos más que los del Barcelona. Los valencianos están con nosotros", clamaba la megafonía, calentando aún más a la afición. La BBK, organizadora del evento, había programado la actuación de La Mala Rodriguez y el Mentón de Fogarty para amenizar la espera, pero la afición se bastó por sí sola para llenar el espacio sonoro. Un rugido atronador se produjo cuando se pitó el inicio del encuentro. En ese momento, todas las miradas se dirigieron a las seis pantallas gigantes levantadas en el césped. La suerte estaba echada.

- Ruge el Arenal. Colapsado. Sin hueco para nadie. Ese era el aspecto del Arenal a partir de las siete. Riadas y riadas de gente seguían agolpándose en sus inmediaciones. Una cuadrilla de Durango se desgañitaba. "Mira, el Athletic es un sentimiento", gritaba emocionado Iñaki. La alegría era incontenible, pero entre algún veterano también se empezaban a vislumbrar algunos nervios. Era el caso de Serafín Grandes, un socio con más de 30 años de carné. "Hombre, son muchos años esperando otra final. El Athletic es un equipo ganador y ahora lo estamos pasando mal. Para mí, este partido me reconcilia con el fútbol", explicaba al borde de las lágrimas. Su amigo, Ernesto, intervino rápido. "El Athletic es de lo poco que une en este país. Es nuestra seña de identidad, de Vizcaya y de Euskadi. Si uno nace del Athletic, se muere siendo del equipo".

- Pollo asado en la plaza. El ambiente del Arenal se trasladó hasta el Casco Viejo, donde en la Plaza Nueva se instaló otra pantalla. El olor de los pollos que estaban asando en un puesto habilitado inundaba el ambiente. "Pollo asado y kalimotxo. Esto es un lujo. Y como gane el Athletic, empalmo y me voy de marcha hasta el lunes", bromeaba Andrés, desgustando una ración y viendo en la pantalla el recuerdo de las anteriores finales.

Más información en páginas 54 a 57

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