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Columna
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Las cruces de mayo

La primavera de Borriana, antaño capital naranjera del norte valenciano, más que con las notas musicales de Igor Stravinski o Antonio Vivaldi, está relacionada con unas cruces callejeras que cada año se adornan con flores de mil colores. Es un saludo a la naturaleza florida que, en la población de La Plana como en Andalucía, se acompaña de un motivo religioso. En los países nórdicos, un pelín más paganos, suelen cortar un árbol del bosque y colocarlo en la plaza mayor de la aldea; es el atávico árbol de mayo también cargado de colores. Las cruces floridas de Borriana nos invitaban cada primavera a un corto paseo por una ciudad que no ha perdido todavía su encanto agrícola. Pero este año no hay colores ni flores, sino unas cruces con cuatro brotes verdes de árboles que evocan más la seriedad de un cementerio que la alegría primaveral. Es la crisis y no hay dinero para claveles o adornos florales. Todo eso cuesta dinero, y los falleros de Borriana que se encargaban del tema no han recibido las oportunas subvenciones del Ayuntamiento, que, a su vez, no anda sobrado en esta época de estrecheces. Una tradición alterada y una pena son esas cruces sin flores. Aunque no son las únicas en estos tiempos difíciles, cuando la economía es la primera de las preocupaciones del grueso de la ciudadanía.

Los despidos y el desempleo vienen a ser, sin ir más lejos, mucho más lamentables. Las cruces perdieron las flores, pero las compañías aéreas pierden viajeros y vuelos y azafatas y puestos de trabajo. La euforia de hace apenas unos meses cuando se hablaba de la entrada de pasajeros se desmoronó de repente. Los pasajeros de las compañías de bajo coste se redujeron de forma alarmante, y la reducción se disparó en algunos aeropuertos valencianos como en Manises. Una merma de viajeros mayor que en el resto de los aeropuertos hispanos. Todo de golpe y porrazo, como quien dice de la noche a la mañana: de la opulencia a la escasez, de una inconsciente alegría a la falta de flores primaverales. Y la reducción de vuelos y pasajeros y del zumo de naranja y de una azafata en una compañía aérea de cobertura regional valenciana, es sólo un botón de muestra.

No hay que ir demasiado lejos. La realidad de los despidos y el paro y la grave crisis económica de muchas familias es una realidad inmediata que no nos falta en nuestra cotidianeidad como faltan los claveles en las cruces de Borriana. Como nos faltan en el ámbito valenciano la reflexión y el debate público sobre las crisis, sus causas, y la peculiar y alarmante gravedad aquí en este trozo maltratado del litoral mediterráneo. Aquí no hay plenos municipales, ni plenos de las decimonónicas diputaciones, ni plenos en las Cortes valencianas, ni fundamentalmente debates, serios y documentados, en los medios de comunicación autonómicos, encabezados por la televisión de Canal 9, en donde se debata de forma clara, para que llegue a todos los rincones de la ciudadanía, todo lo relacionado con las dificultades económicas que atravesamos. Unas dificultades que aunque no se limitan al País Valenciano, tienen entre nosotros, y hay que insistir en ello, una incidencia mayor.

En otros países de nuestro entorno europeo -y basta con que el lector tenga a su alcance una antena parabólica-, las informaciones detalladas y los debates sobre la crisis, que allende los Pirineos llaman bancaria o financiera, se multiplican en mesas redondas, coloquios o entrevistas con expertos en mil y una cadenas televisivas, estatales o no. Los valencianos tenemos poco o nada al respecto. Desnudos y sin flores como las cruces de Borriana.

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