La destrucción de espejismos
La crisis no se ha gestado en el mercado laboral, pero el español precisa una reforma. Se trata de no seguir fomentando la destrucción del capital humano. También debe cambiar el modelo del Banco Central Europeo
Quizás ha sido "el síndrome de La Moncloa", que tanto afectó a González, como también a Aznar -especialmente en su último periodo-, lo que haya llevado a Zapatero, y a sus distintos Gobiernos, a hacer oídos sordos a criticas y sugerencias, a encerrarse en su autojustificación. "El escalofriante dato de que en el primer trimestre de este año se han superado los cuatro millones de parados" (editorial de EL PAÍS, 25 abril, 2009) destruye el espejismo de que el Gobierno tiene la situación de la economía española bajo control y generará un volumen de empleo considerable a corto plazo con su plan de inversiones públicas. Pero la crisis también destruye otros espejismos. Citaré tres.
Tiene razón el manifiesto de los economistas. Hay que acabar con el exceso de contratos temporales El desempleo de los de más de 50 años es otra gran pérdida social de la actual crisis española
Una tasa de paro (17,36%) acercándose rápidamente a cifras superiores al 20% (de hecho, ya está en ese nivel en varias regiones y entre distintos colectivos, jóvenes, por ejemplo) destruye el espejismo del "milagro español" y nos remonta a mitades de los años ochenta y noventa, cuando el Spain is different se refería sobre todo a su nivel de desempleo. Pero aquellas cifras de paro eran fruto, en gran parte, de la necesidad de cerrar el pasado, de destruir con gran retardo empleos agrícolas, así como en otros sectores que se debían reestructurar, en una España que se democratizaba y se abría a un nuevo marco europeo. En cambio, el "milagro español" es "un espejismo de futuro", con elementos positivos (apertura, expansión del mercado de trabajo con la inmigración, modernización de infraestructuras, competitividad e innovación en ciertos sectores, etcétera) pero, al fin y al cabo, espejismo de que se podía sostener el crecimiento, e incluso absorber inmigración, sin aumentar la productividad, mejorar la formación y desarrollar sectores competitivos en la economía global (ciertamente, no la construcción).
Es una gran ironía que Zapatero haya hecho un cambio de Gobierno para "impulsar un nuevo modelo de crecimiento". Seguramente no ha dicho cuál para evitar el ridículo de repetir el eslogan: "Un modelo solidario basado en la innovación y la economía del conocimiento". Así, mejor no decir nada... pero así no se reconocen los errores, como no se corrigen simplemente cambiando ministros y ministerios.
Tiempo de sobriedad -de evitar tensiones y lamentaciones- en el que la economía española deberá saber encontrar su competitividad, su propia senda de crecimiento. No va a ser el Gobierno quien la decida. No es su tarea, pero sí posibilitar que el potencial de crecimiento se realice: romper trabas e implementar reformas pendientes; dotar, en definitiva, a la economía de mayor flexibilidad y apertura: en los servicios, en el mercado laboral, en el sistema educativo, de ciencia e innovación, y, cómo no, en el sector público.
Tiempo para mantener la serenidad: evitar conclusiones erróneas sobre la experiencia reciente. Y una conclusión equivocada sería pensar que ha sido un exceso de flexibilidad lo que ha llevado al récord actual de destrucción de empleos. El exceso de contratación temporal -unánimemente denunciado como uno de los causantes- no es muestra de flexibilidad del mercado laboral español sino, al contrario, muestra de un mercado "inflexiblemente dual". El problema no es sólo que los contratos temporales raramente se transforman en estables, crean incertidumbre y se destruyen con facilidad, sino también que los contratos temporales difícilmente conllevan la inversión en capital humano que el aumento de la productividad, y la realización personal, requieren.
La Propuesta para la reactivación laboral en España, firmada por un centenar de economistas académicos (EL PAÍS, 26 abril, 2009; www.crisis09.es), sería un primer paso para romper dicha "inflexibilidad". Estoy sustancialmente de acuerdo con la propuesta, pero no en que sea necesario un "modelo único de contrato indefinido" (con una indemnización por año de servicio creciente con la antigüedad). Lo que debe ser único es el principio de que "no debe haber insiders y outsiders" en el mercado laboral. El contrato que proponen debería ser un "contrato de referencia", y ofrecer flexibilidad para que empresarios y trabajadores encuentren las fórmulas más adecuadas para establecer contratos indefinidos que favorezcan la creación de empleo e impidan su destrucción innecesaria -por ejemplo, porque los empresarios prefieran destruir experiencia antes de absorber los costes de la antigüedad, como ahora sucede y podría suceder con el "único contrato indefinido"-. En Alemania se han buscado fórmulas flexibles de "empleo a tiempo parcial"; en cambio, en España la destrucción de empleo de los de más de 50 años de edad es otra característica, otra gran pérdida social, de la crisis actual.
Pero el problema de la creación de empleo no se limita al mercado laboral, ni en éste se ha gestado la crisis actual. Muchos empresarios no destruirían empleos e incluso los crearían si dispusiesen de la financiación externa necesaria. La sequía crediticia se lo impide, y los tiempos de sequía pueden ser largos, demasiado largos para muchos. Mientras duren, la destrucción de empleos seguirá siendo mayor que su creación; mientras duren, las hipotecas seguirán ahogando a muchas familias, cajas de ahorro y bancos. La respuesta del Gobierno, por una parte, ha oscilado entre implorar y reñir a los bancos por no dar más créditos, y por otra parte, ha dejado -como le corresponde- la política monetaria en manos del Banco de España y, por extensión, del Banco Central Europeo.
El Banco Central Europeo (BCE) ha intervenido ofreciendo liquidez y ha ayudado a minimizar las quiebras de instituciones financieras en su zona. Pero, a juzgar por los resultados, la reacción ha sido insuficiente, ciertamente mucho más débil que la de la Reserva Federal de Estados Unidos. Eso sí, con la prudencia del BCE se han evitado algunos errores de la Reserva Federal (excesivo intervencionismo precipitado, diseño inadecuado de subastas de activos tóxicos, etcétera), pero esta prudencia también es, en gran parte, reflejo de que el mandato principal (se podría decir, único) del BCE es "la estabilidad de precios", no la estabilidad y buen funcionamiento del sistema financiero en la zona euro.
Éste es el segundo espejismo que la crisis ha destruido. A pesar de sus errores, Bernanke ha tenido un acierto básico: actuar con decisión, entendiendo que el sistema financiero había cambiado. De la banca tradicional, dedicada a recibir depósitos y dar créditos (por ejemplo, hipotecas), se ha pasado a un sistema financiero en el que predominan los intermediarios financieros (bancos incluidos) que se dedican a refinanciar activos, recibir créditos, etcétera. Como es sabido, esta expansión del sistema crediticio (inside money) ha favorecido el crecimiento de la economía global, así como su crisis actual.
Es un espejismo pensar que un banco central está haciendo su labor si los precios son más o menos estables, los depósitos asegurados y no hay pánicos bancarios. Hoy en día, un banco central tiene que utilizar todos los instrumentos a su alcance para garantizar que el sistema crediticio funcione adecuadamente, para contrarrestar -en la medida de lo posible y sin crear incentivos perversos- sequías del inside money. Desgraciadamente, tras la autojustificación sobre "el mandato", aparecen las manos atadas del BCE. Por falta de coraje o autoridad, no quiere o puede dar crédito a largo plazo, como le piden los grandes bancos. Por evitar conflictos, no se plantea seguir el ejemplo de la Reserva Federal e inyectar liquidez comprando deuda pública o papel comercial, ya que no existe la "deuda europea", sino la italiana, la belga... Y ¿a quién favorecer comprando su deuda?
Y el tercer espejismo que la crisis ha destruido es el pensar que la teoría económica tiene El Modelo adecuado (sea clásico o keynesiano) para explicar la crisis y recesión actual. Eso sí, dos lecciones del pasado no se han destruido. La primera, que una política económica inadecuada es el factor principal que transforma crisis financieras y recesiones en depresiones. La segunda, que un país que quiere salir de una recesión y volver a crecer de forma sostenida, debe intentar no destruir, sino regenerar, su capital humano.
Ramon Marimon es director del Max Weber Programme of Economics de la European University Insitute y profesor de la Universitat Pompeu Fabra.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.