Por amor al arte
Al tratar de arrancarle a un veterano del mundo de la edición un resumen del día de Sant Jordi, respondió: "Es como un domingo de buen tiempo en el Retiro durante la Feria del Libro de Madrid". Eso significa mogollón, libros y paseos al sol. Sin embargo, se dejó fuera dos factores esenciales que son los que más sorprenden a alguien que visita por primera vez Barcelona durante esta fiesta: las rosas y, sobre todo, el entusiasmo. Porque incluso para alguien que tiene pavor de las multitudes y que vive en una permanente sobredosis de libros, resulta una fiesta tremendamente divertida.
Encontrarse a un grupo de jóvenes que, desde los tiempos del instituto, pasan toda la jornada vendiendo flores demuestra hasta qué punto, en el sentido literal de la expresión, la gente se suma a la fiesta por amor al arte. "Es porque nos encanta pasar así este día, algunos años hasta hemos perdido dinero", explica Vanesa, de 30 años. Su lema para Sant Jordi 2009, que exhiben en su tenderete, resume bastante bien el espíritu con el que se toman el día: "El amor no está en crisis".
Es cierto que hay cosas que encajan en la comparación con la Feria del Libro de Madrid; por ejemplo, que uno de los principales imanes para el público tenga más que ver con la televisión que con el viejo papel -un transeúnte definió con pocas y certeras palabras la acumulación de gentío ante el stand en el que firmaban los autores del programa Crackòvia: "Una cola de cojones"-. También se parece en la mezcla de cercanía y surrealismo que ofrecen los encuentros entre autores y lectores: la conversación de Ana María Matute con el hijo de un antiguo amigo, que ha traído el último libro de la escritora, Paraíso inhabitado, pero también un viejo ejemplar; o la charla de Bernardo Ataxga con un admirador, que también quiere la novedad, Siete casas en Francia, y el ejemplar vintage. Jordi Pujol apenas puede avanzar hasta su caseta, donde va a pasar una hora firmando, porque es detenido una y otra vez por la multitud.
Pero no son los autores, ni el sol, ni las rosas o el sentido nacional de la jornada lo que despierta el entusiasmo contagioso. En realidad, destila algo que recuerda mucho a aquel antiguo lema de una campaña de promoción de la lectura: "Más libros, más libres".
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