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Tragedia en Italia

Berlusconi promete la reconstrucción

Nuevas sacudidas desatan el pánico en las zonas afectadas del centro del país - Los edificios públicos encabezan la lista de inmuebles derrumbados tras el seísmo

Andrea Rizzi

Repetidas y, a veces, violentas sacudidas marcaron ayer el ritmo del frenético y angustioso día después del terremoto que golpeó el centro de Italia en la madrugada del lunes. Los escombros siguieron devolviendo cuerpos atrapados a los equipos de rescate, y el número de víctimas mortales se elevó a 235. Al menos 15 personas permanecían ayer desaparecidas. El primer ministro, Silvio Berlusconi, viajó nuevamente a L'Aquila, la capital más cercana al epicentro, y prometió reconstruir con la máxima rapidez posible la zona afectada. "Las labores de construcción empezarán en cuanto las condiciones lo permitan. Los ciudadanos ya pueden reservar su plaza", dijo, refiriéndose a las viviendas fruto de su proyecto de reconstrucción y desarrollo para la zona.

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Poco antes de que Berlusconi hablara, sobre las 11.30 de la mañana, una sacudida de 4,7 en la escala Richter inyectó nuevas dosis de pánico entre los vecinos de la zona. El pánico, como el temblor, se propagó y adquirió rasgos de psicosis. Durante toda la tarde, en varias localidades de la región de Los Abruzos, multitud de vecinos abandonaron sus casas y, en la ciudad de Teramo, un hospital estuvo a punto de ser desalojado antes de que se desmintiera una falsa alarma. Mientras, L'Aquila y sus exhaustos vecinos trataban de resistir a los nuevos temblores -muy impresionante uno a las ocho de la tarde, de magnitud 5,3 en la escala Richter, percibido también en Roma-, que amenazaban a muchos inmuebles en precario equilibrio.

Significativamente son tres edificios públicos los que simbolizan la tragedia de L'Aquila: la prefectura -equivalente a la Delegación del Gobierno- que quedó destrozada; la residencia para estudiantes universitarios, que se tragó la vida de una decena de veinteañeros, y el hospital San Salvatore, que quedó casi totalmente inutilizado a causa de los desperfectos, dificultando el tratamiento de los 1.500 heridos por el seísmo, 100 de ellos muy graves.

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"Ésta es una región clasificada como de riesgo sísmico muy elevado, de primer grado. Eso impone la aplicación de criterios de construcción y seguridad estrictos. Por ello, estos destrozos llaman la atención, sobre todo los del hospital, que se terminó de construir a principios de esta década", apunta Antonio Saia, diputado del Consejo Regional de Los Abruzos por el Partido de los Comunistas Italianos (PCI). Al observador externo, le llama mucho la atención cómo los inmuebles desplomados cayeron de forma aislada, mientras los colindantes lograron resistir, casi sugiriendo la debilidad intrínseca de los derrumbados.

A la espera de pericias más profundas, expertos españoles en rescates entre escombros, de grupos de ecología activa, observaron que el inmueble sobre el que trabajaban ayer en L'Aquila, un bloque de viviendas, presentaba "claras deficiencias en la calidad del hormigón" y en otros aspectos de la construcción. No sólo se derrumbaron estructuras públicas, pero la gravedad del fallo de centros estratégicos como la prefectura y el hospital da que pensar.

Berlusconi concentró sin embargo su intervención en el compromiso de su Gobierno con los afectados, anunciando la constitución de "fondos para garantizar a las víctimas hipotecas de bajo tipo de interés" y la determinación del Ejecutivo de "proporcionar todos los recursos necesarios" a un pueblo azotado por la crisis financiera además de por la naturaleza, también con la ayuda de particulares que "ya se han movilizado".

El primer ministro renunció a visitar personalmente las áreas más golpeadas de la ciudad, como se había sugerido anteriormente. Por una vez, las exigencias de la sustancia -sobre todo el temor a dificultar las tareas de rescate- primaron sobre las de la apariencia, a las que Berlusconi otorga notable importancia. La foto entre escombros y afectados en L'Aquila no pudo ser.

En la parte baja de la ciudad, los centros de acogida rebosaban de gente, pese a que las estimaciones sobre los desplazados se redujeron ayer de 70.000 a 17.000. Los relatos de quienes animaban uno de los centros trazaban los contornos de la tragedia. Desde la grieta que se le abrió "bajo las piernas, y muy larga", a Alfredo Bernardi, estudiante de 25 años mientras trataba de huir, hasta la suerte de Bruno Turilli, de 67, a quien su oficio de escultor le salvó la vida. "La puerta de mi bajo se había bloqueado, no sé describir la desesperación y angustia que viví. Mis herramientas me permitieron forzarla y salvarme", relata Turilli, enfundado en una larga y tupida barba blanca.

Desde la búsqueda desesperada de Maximiliano Berghella, que no sabía nada de su ex novia Valeria, hasta los brazos de Francesco, Ylenia y Vincenzo, chavales que llegaron desde Bari con sus medios para ayudar a descargar vituallas y hacer cosas. "Lo que se nos diga".

Vista aérea del pueblo de Onna, el más cercano al epicentro del terremoto.
Vista aérea del pueblo de Onna, el más cercano al epicentro del terremoto.REUTERS
Casi 24 horas después de la tragedia hay lugar para la esperanza. Esta mujer es una de las cien personas que han podido ser rescatadas con vida de entre los escombros.Vídeo: AGENCIA ATLAS

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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