El Cervantes celebra su mayoría de edad... con una ausencia de postín
César Antonio Molina no acudirá al coloquio conmemorativo de los 18 años del Instituto - "Es una pena", dice Carmen Caffarel ante la ausencia hoy del ministro
Ha tenido una niñez triste, medio abandonada, y aunque afronta una juventud de brillante futuro por el auge imparable del español en el mundo, no podrá evitar que el conflicto irrumpa en su puesta de largo. El Instituto Cervantes celebra estos días su 18 cumpleaños y lo hace escenificando la dura lucha que los ministerios de Asuntos Exteriores y Cultura mantienen por su control.
Para celebrar la fiesta, su actual directora, Carmen Caffarel, ha organizado hoy una mesa redonda en la sede central de la calle de Alcalá a la que ha invitado a todos los antiguos responsables de la institución. Sólo uno faltará a la cita: César Antonio Molina. El actual ministro de Cultura.
El ministro, que enviará un vídeo, no estará "por problemas de agenda", según fuentes de Cultura. Molina, anterior director del instituto, es muy consciente del poder del Cervantes como máquina de estrategia política exterior, algo que el ministerio de Moratinos siempre ha dejado en segundo plano. Por eso, desde que fue nombrado ministro de Cultura ha reclamado competencias para controlarlo. Y más ahora: con 70 centros en 41 países, a los que se sumarán este año Sidney (Australia), Nueva Delhi (India), Gibraltar y un aula en Dakar (Senegal).
El ministro de Cultura está en Canarias para asistir a los Premios Max
Rodríguez Lafuente aboga por una "política de Estado" para el organismo
La ausencia no ha sentado muy bien en el Cervantes. Se le envió la invitación a la mesa de debate con mucha antelación. Hace más de dos meses. Molina se desplazó ayer a Canarias para la entrega de los Premios Max de las Artes Escénicas. Hoy se quedará en las islas, dicen en Cultura.
No debatirá, pues, el futuro y el pasado de la Institución junto a Nicolás Sánchez Albornoz, Santiago de Mora Figueroa, Fernando Rodríguez Lafuente, Jon Juaristi y la propia Caffarel. "Es una pena", comenta, sencillamente, la directora. "Nos hubiese encantado contar con todos los amigos del instituto". La palabra "amigo" por parte de Caffarel en referencia al ministro de Cultura suena, como poco, a sarcasmo. Desde que la anterior directora de RTVE sustituyó a Molina al frente del Cervantes, los desplantes y ataques de éste han sido constantes, incluso ha llegado a acusarla de nombrar al actual equipo en su contra. Ahora, se apea de la fiesta.
La historia del control del Cervantes -que este año cuenta con un presupuesto de 102 millones de euros- ha sufrido altibajos. Sánchez Albornoz, su primer director afirma: "en mi época también hubo diferencias". Es algo natural, comenta él, "en un país poco acostumbrado a la coordinación de políticas comunes entre distintos ministerios" -el Cervantes depende sobre todo de Exteriores, aunque Cultura y Educación también tienen competencias-. "Pero creo que pude resolverlas". ¿Cómo? "Con discreción", añade.
No es precisamente discreta la lucha por el poder que enfrenta a Molina con Moratinos. En una comparecencia pública, Molina centró casi todo su discurso en demandar las competencias para la piedra angular de su estrategia: la acción cultural exterior. Moratinos, que acudió al día siguiente, dejó claro que no se dejaría arrebatar ninguna.
Lo que parece lógico es que si el Cervantes debe funcionar en el futuro es con el acuerdo permanente: "Como el Museo del Prado, con una política de Estado", asegura Rodríguez Lafuente. "Porque se ha demostrado que es un instrumento muy útil para la política cultural y la diplomacia. El Cervantes nos abre muchas puertas, sobre todo económicas", asegura quien fuera director en la época de Aznar, entre 1999 y 2001. Entonces "estaba claro que dependía de Exteriores", afirma.
La madurez que necesita una institución a medio consolidar -si la comparamos con el British Council, el Instituto Francés o el Goethe Institut alemán, sus principales equivalentes en Europa, con presupuestos muy superiores- requiere calma. Lo que no le conviene es que, a estas alturas, en el seno del Gobierno mamá Cultura y papá Exteriores se peleen por el niño y celebren separados una conflictiva mayoría de edad.
Babelia
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