Dilemas del lugar
1.- El consejero Saura tuvo la pasada semana un momento catastrófico. Después de que los policías a sus órdenes se emborracharan de violencia en unas desmesuradas cargas policiales contra estudiantes y contra todo el que pasaba por allí, Saura habló con la prensa. Defendió a su policía con la boca pequeña, y anunció una investigación. Y, sin que viniera a cuento, soltó la última cifra propuesta por el Gobierno español para la financiación de Cataluña. Los datos de financiación debían ser el tupido velo mediático que sacara las fotos de las cargas policiales de los periódicos y evitara otro amargo trago a los sufridos militantes de Iniciativa.
La maniobra era demasiado burda. Y la oposición no perdió oportunidad de lanzarse contra Saura. Desde hace unas semanas CiU, que ve cerca el retorno al poder, denota cierta ansiedad. No por correr más, llegarán antes. A Saura se le ha acusado de una cosa y de lo contrario: cuando llegó se dio por supuesto que, por razones ideológicas, sería demasiado benevolente y convertiría a la policía en una delegación de las hermanitas de la caridad. Ahora, la policía se pasa de la raya y se levanta la sospecha de que Saura lo tolera para desacreditarla. Iniciativa es el Pepito Grillo del Gobierno y se pone pesada con argumentos que el amplio espacio sociovergente considera que obstaculizan el desarrollo de Cataluña, ya sea contra el cuarto cinturón, contra la MAT o contra el túnel de Bracons. Pero de ahí a presentar, a estas alturas, Iniciativa como un partido antisistema va un largo trecho. Se requiere una idea muy estrecha del sistema.
CiU, que ve cerca el retorno al poder, denota cierta ansiedad
De todos los argumentos contra Saura, sin embargo, hay uno especialmente enfermizo: el que dice que poco importa que la policía autonómica sea buena o mala, lo que importa es que es la nuestra. Es cierto que la policía autonómica ha sido noticia negativa varias veces en los últimos tiempos, especialmente, por casos de malos tratos a detenidos. Pero si un mérito ha tenido Saura ha sido establecer los procedimientos necesarios para que estas cosas ocurran menos o para que puedan sancionarse si ocurren. Algunos con el argumento de que es la nuestra preferirían que estos hechos no se conocieran, otros dan por supuesto que los policías han de tener cierta impunidad y que se trata de protegerlos. La obligación de un consejero es conseguir que una policía sea eficiente, capaz de trabar complicidades con la ciudadanía a cuyo servicio está, lo que demasiado a menudo se olvida, y respetuosa con la ley. Por estas tres cosas, Saura debe ser juzgado. Y por eso es lamentable que él, que ha demostrado que la transparencia no es ninguna debilidad, se esconda tras una filtración para eludir responsabilidades.
2.- El retraso en la financiación autonómica la convierte en terreno abonado para que la oposición intente dar el golpe definitivo al Gobierno catalán. Pero ojo con las pasadas de frenada. Felip Puig marca el mínimo aceptable para validar el acuerdo: 3.500 millones este año, precisamente porque sabe que es imposible de alcanzar. ¿En qué negociación una de las partes da por buena la cifra óptima de la otra? Y Artur Mas aprieta al PSC con sus 25 diputados cautivos del PSOE en Madrid, un sonsonete de la música opositora de CiU, útil para que siga calando la idea de la sumisión de los socialistas catalanes a los españoles.
Los 25 diputados socialistas en el Congreso son, ciertamente, un arma poderosa porque con ella se podría incluso derribar al Gobierno. Pero determinadas armas o disuaden sin ser utilizadas o hunden a las dos partes cuando se utilizan. El PSC no ha conseguido el efecto intimidatorio, no le veo ahora dispuesto al suicidio. Imaginemos que el PSC vota contra el Gobierno. ¿Bastaría para que Zapatero cambiara de actitud y mejorara la financiación o más bien le pondría en manos del PP para el cierre del estado autonómico que algunos fantasean estos días? Si el PSC no lo prueba será difícil saberlo. Pero ¿la ruptura mejoraría las expectativas para la financiación autonómica? Podría llevar a unas elecciones anticipadas, con posibilidades de que el PP regresara al poder, con lo que, a tenor de la actitud de la derecha con el Estatuto, sólo empeoraría la situación. Y no puede olvidarse que el voto masivo al PSC en las últimas generales fue, como dijo la propia campaña socialista, para que no volviera el PP. Pero también podría ser que repitiera victoria el PSOE, con lo cual un Zapatero envalentonado no sería garantía de que las cosas fueran mejor. Hay trampa en la insistencia de CiU. Descalificando a Zapatero y al PSC, su cómplice, prepara a la opinión por si fuera necesario el voto del PP para elegir a Artur Mas como presidente. Para ello es importante repetir una y otra vez que PSOE y PP son lo mismo. Zapatero se lo habrá ganado a pulso. La España plural no era un proyecto, era un eslogan. Y al primer contratiempo se la ha guardado en el bolsillo. Los votos que no ganó en Valencia o en Madrid, han podido más que los votos catalanes que le dieron la elección. Es muy difícil buscar la complicidad con un interlocutor inseguro. Y a Zapatero se le mueve el suelo en todas partes. Éste es el problema del PSC. ¿Cuál es la alternativa?
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