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La muerte de Jade Goody no pone fin al espectáculo

La madre de la 'gran hermana' pide respeto a la intimidad

El mismísimo jefe del Gobierno británico encabezó ayer la larga lista de homenajes en memoria de Jade Goody, reflejo del tremendo fenómeno encarnado por la estrella de la telerrealidad que decidiera vender a los medios de comunicación sus últimas semanas de agonía como enferma terminal. La joven de 27 años fallecía ayer de madrugada en su casa de Essex (sur de Inglaterra), acompañada de sus dos hijos pequeños, los beneficiarios de las exclusivas millonarias que su madre percibió por la crónica de su muerte anunciada.

"Todo el país admiraba la determinación de esta mujer valiente en la vida y en la muerte para asegurar el futuro de sus hijos", rezaba el comunicado emitido por el primer ministro británico, Gordon Brown, al que se sumaron muchos personajes conocidos de la vida pública, incluidos amigos de Goody tan insospechados como el príncipe Azim, hijo del sultán de Brunei. "Creo que la gente se identificaba con ella, porque era una chica corriente que había encontrado la fama como le puede pasar a cualquiera que participe en un concurso", dijo Phil Gould, responsable de la revista OK, que desembolsó 700.000 libras por la exclusiva de su reciente boda. El ministro de Empleo, Tony McNulty, lamentó haberla criticado en su día por su afán recaudatorio.

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Su decisión de vivir ante las cámaras los estragos de un cáncer cervical incurable -que se extendió rápidamente al hígado y al intestino- fue objeto de enconada controversia, pero también le mereció una oleada de simpatía por parte de muchos británicos. Incluso se subrayó el impacto positivo de tanta publicidad: el número de mujeres jóvenes que se someten a exámenes de detección de esa enfermedad ha aumentado un 20% en los últimos meses.

"No quiero que mis niños (de cuatro y cinco años) tengan la misma infancia miserable que yo padecí", explicaba en febrero la propia Goody, quien se crió en un barrio deprimido del sur de Londres junto a una madre imposibilitada a raíz de un accidente y un padre que pasaba largas temporadas en la cárcel. Su irrupción en el mundillo del famoseo televisivo se produjo en 2002, como concursante de la edición británica del programa Gran Hermano, donde su alarde de incultura -llegó a confundir a Sadam Husein con un boxeador- y su estilo vulgar y directo acabaron por consagrarla como estrella. Dejó el consultorio dental en el que ejercía de enfermera para volcarse en su nueva carrera de tertuliana y rentabilizar en las portadas de las revistas cualquier aspecto de su vida privada, desde las dietas a las que se sometía regularmente hasta su turbulenta relación con el presentador de televisión Jeff Brazier, padre de sus hijos Bobby y Freddy. Logró convertir la comercialización de su intimidad en un bien remunerado modo de vida, hasta el gran tropezón que supuso su regreso a Gran Hermano, en 2007. Sus groserías se antojaron en esta ocasión intolerables para el público, que le dio la espalda después de que Goody profiera insultos racistas contra una de las concursantes, la actriz de Bollywood Shilpa Shetty.

El ocaso se prolongó tan sólo unos meses. Su fichaje para la edición india del mismo concurso sellaba la redención mediática del personaje gracias a su reconciliación con Shetty. Jade Goody tuvo que abandonar abruptamente el programa cuando se le detectó el cáncer terminal. Ha vivido en el Reino Unido los últimos meses de su vida, marcados por las constantes entradas y salidas del hospital, su boda con Jack Tweed -seis años menor y pendiente de una sentencia judicial por agresión- el 26 de febrero y la decisión de bautizarse con sus hijos, unos días después. Episodios todos ellos objeto de exclusivas que rondarían el millón de euros y que han acaparado una audiencia multitudinaria que volverá a replicarse en sus funerales, cuya fecha todavía no ha sido desvelada. Ella misma lo dispuso así, según su publicista Max Clifford, quien ha caracterizado las próximas exequias como "un espectáculo muy a lo Jade Goody". Objeto del escrutinio de las cámaras hasta el fin, aunque la madre de la joven, Jackie Budden, expresara ayer el deseo "de la familia y los amigos de conseguir ya un poco de intimidad".

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