Visual, fónica, espacial y concreta
El Instituto Cervantes reconstruye en una exposición la radical historia de la poesía experimental española e hispanoamericana del siglo XX
Un poema edificio, un poema sonoro, un poema público, un poema objeto, un poema de acción, un poema instalación, un videopoema... Palabras que se convierten en líneas, ritmos o geometrogramas, poesía visual, fónica, espacial y concreta que trasciende el juego de letras o el fugaz impacto de un happening de hace casi 40 años en una calle de un gris Madrid. Manifiestos de poesía radical que, bajo el título Escrituras en libertad, se recuerdan ahora en la sede madrileña del Instituto Cervantes, donde se reúne una extensa muestra sobre la poesía experimental española e hispanoamericana del siglo XX.
Joan Brossa dijo que la poesía visual no era un dibujo, ni una pintura, sino un "servicio a la comunicación". El artista catalán, el primero en retomar después de la Guerra Civil la experimentación en la escritura (lo hizo con composiciones caligramáticas), está entre la treintena de autores que ha seleccionado el comisario de la muestra, José María Sarmiento, para representar una historia cronológica que arranca con Ramón Gómez de la Serna ("¡cumplamos nuestras insurrecciones!") y se cierra con dos instalaciones creadas por Isidoro Valcárcel Medina y Eduardo Scala para el edificio del Cervantes. Con Scala, siete palabras generan 37 términos que trepan por la fachada del edificio (Cinco columnas de tiempo) y con Valcárcel Medina, las 1.700 puertas de las cajas de seguridad de la enorme caja fuerte del viejo Banco Central muestran que frente a la "rigidez del acero nada más adecuado que lo voluble de las ideas..., que lo etéreo de la creación". "Para ver la pieza entera tendríamos que abrir todas las cajas", señala Sarmiento, "pero eso sería como ver del tirón una película de Andy Warhol que dura ocho horas. De aquí también se entra y se sale".
Escrituras en libertad es una reflexión sobre el lenguaje en la que también están representadas obras de poetas que -de Vicente Huidobro a Juan Eduardo Cirlo, Francisco Pino, José Miguel Ullán, Fernando Millán, Julio Campal o Felipe Boso- llegaron de las artes plásticas, la música o la escritura. "Brossa ha sido el que ha sacado de la marginalidad este tipo de poesía, como ocurrió con Juan Hidalgo y el grupo Zaj", añade el comisario, para quien la poesía visual es una representación de las "palabras en libertad" de los futuristas. "Significa la destrucción de la sintaxis, la eliminación del ordenamiento tipográfico convencional de la página". Un movimiento que a principios del siglo XX supone una verdadera revolución del lenguaje poético y cuya fuerza se diluye entrados los años ochenta.
Vídeos, fotografías, libros, pinturas, las obras expuestas se centran en dos momentos fundamentales: principios del siglo XX y los años sesenta. A pocos metros del Instituto Cervantes, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, otra exposición recoge una selección de los fondos del Archivo Conz dedicados al grupo Zaj. Pianos-frutero, pianos-rollo de papel de baño, serigrafías, poemas y una huella documental en decenas de fotografías de un grupo esencial para entender la última frontera de la vanguardia española. José Castillejo, Esther Ferrer, Juan Hidalgo y Walter Marchetti. "Quien se arrastra no puede caer", escriben, o "Ni Fu Ni Fa. Fi. Pero Yo, Fo. ¿Y Fe? Fe en Fo".
Babelia
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