"Los argentinos se desquitan de las crisis leyendo"

La casa del ex presidente Roca tiene dos cosas estupendas: una deliciosa galería frente a un pequeño jardín y un restaurante poco conocido, sencillo y excelente. Ahí hemos quedado con Marta Díaz para comer y hablar de la Feria del Libro de Buenos Aires (del 20 de abril al 11 de mayo), uno de los grandes acontecimientos culturales de Argentina y de América Latina.

El lugar no es quizás el más apropiado para hablar de libros o de cartas de amor, uno de los temas de transfondo de esta XXXV edición de la feria, porque Roca está considerado como un genocida: sus campañas en la Patagonia en el siglo XIX, recuerda Díaz, casi exterminaron a los indios. El ambiente de la casa es, sin embargo, tan agradable y el pescado tan rico, que decidimos no pensarlo. Mientras estudiamos el menú, Díaz, una mujer de aspecto frágil y elegante, me explica que la brótola es un pez argentino de roca, que vive en las profundidades, pero entre las dos no somos capaces de saber si hay un pez equivalente español. Para cuando terminamos de hablar de comida, ya sabemos que compartimos más que el gusto por el pescado: vemos la serie de televisión británica Inspector Morse y nos reímos con las comedias de Jardiel Poncela.

La directora de la Feria del Libro de Buenos Aires gestionaba con nueve años una biblioteca

Quienes tratan con Marta para la organización de la feria aseguran que no es fácil llevarle la contraria. Seguro que hace falta carácter para poner en marcha un acontecimiento cultural semejante: cinco días para profesionales, que incluyen un congreso iberoamericano de editores, y 19 días de feria abierta al público, con más de 1.200 debates, encuentros, recitales y un concurso de microrrelatos. Incluso un maravilloso certamen de lectura rápida en el que el visitante tiene que leer a primera vista un texto determinado y demostrar sus aptitudes. "Ojo, se trata de leer, no de interpretar", advierte Marta Díaz.

Díaz lleva 35 años trabajando en la feria, desde que se creó, y 15 como su directora. Sabe más que nadie de sus entresijos y de la competencia, de la que no le gusta nada hablar, con la Feria del Libro de Guadalajara, en México, que se está llevando todos los laureles mediáticos y que, sin embargo, es más pequeña que la porteña. Lo que importa, asegura, es que los argentinos disfrutan de esta feria: llegan pequeños libreros de todo el país, que no suelen tratar con editores o con autores y que reciben, además, rápidos seminarios de formación profesional (esta vez Díaz se ha empeñado en que les expliquen todo lo que tiene que ver con el libro electrónico), expositores que normalmente no consiguen colocar sus libros en los escaparates de las librerías y, lo más importante de todo, 1.200.000 visitantes.

Los argentinos tienen una relación especial con los libros. La han tenido incluso en circunstancias terribles, como el corralito de 2002, una crisis en la que mucha gente perdió sus ahorros. "Pero aquel año vino más gente que nunca a la feria", recuerda Marta, "Quizá los argentinos se desquitan de las crisis leyendo". La relación especial de ella con los libros fue temprana: a los nueve años le hicieron responsable de la biblioteca de su aula. Desde entonces no ha dejado de "pensar en libros".