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Tribuna:PUNTO DE VISTA
Tribuna
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Regreso del País Vasco

Cuatro días de inmersión y entrevistas en Bilbao, Donostia-San Sebastián, Arrasate-Mondragón, Soraluze, Hernani, Vitoria-Gasteiz, no bastan, evidentemente, para comprender la situación en toda su medida. No era ésa la intención de los cargos electos belgas francófonos que visitaron recientemente el País Vasco y se entrevistaron con representantes políticos, asociaciones y ciudadanos. Lo que deseábamos era conocer mejor las condiciones en las que se ejerce un mandato electivo en un país próximo como es España, miembro de la Unión Europea, en 2009.

Es imposible resumir en unas cuantas líneas las decenas de testimonios complejos, densos, cargados de emoción, que nos ofrecieron todas las personas con las que hablamos.

"Nos dijo el error de la Universidad: no haber contado nunca lo que sucede"

Esas personas ocupan cargos locales o regionales y son víctimas directas, viudas, padres que han perdido a hijos, personas que trabajan en el movimiento por la paz y la deslegitimación de la violencia, abogados o profesores de universidad, intelectuales, periodistas. Todos se caracterizan por el ansia de hablar. Todos querían relatarnos su vida cotidiana, sus luchas, sus temores, su rebelión, las contradicciones y los problemas que encuentran en el ejercicio de la democracia representativa y en la expresión de la sociedad civil. Sobre todo, querían que, a nuestra vuelta, diéramos testimonio de todo ello.

Junto al sentimiento, están las cifras: las que nos mostraron son terribles y modifican profundamente la imagen que teníamos hasta ahora del terrorismo en el País Vasco, una imagen creada por lo que se lee en la prensa europea. Nos hablaron de aproximadamente 900 muertos y 18.000 heridos, 42.000 personas marcadas y amenazadas, de las que 1.000 viven día y noche con escolta. ¡Algunos, desde hace casi 15 años!

Durante nuestra estancia, dos partidos que aspiraban a presentarse a las elecciones del 1 de marzo fueron declarados ilegales por la justicia española. La reacción no se hizo esperar: dos coches bomba que estallaron en Madrid. "Sin víctimas", dicen en la prensa local. Y se pasa a otra cosa. Para las víctimas con las que hablamos nosotros, esa calificación y esa trivialización de los hechos es intolerable. Para ellos, cada atentado, aunque no tenga víctimas, les hace revivir su historia, la violencia de la desaparición de un marido, un amigo, un familiar. Con cada atentado se reabren las heridas. Como se reabren cuando, para apoyar la demanda de amnistía, aparecen las fotos de los asesinos de sus allegados en el muro del Ayuntamiento de Hernani, pequeño municipio cercano a Donostia-San Sebastián.

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Están también los hechos, las realidades: un profesor de universidad nos habló de la humillación que siente cada día cuando tiene que agacharse para comprobar que no han colocado ningún explosivo bajo su coche antes de subirse a él. Otro, profesor en el departamento de psicología social, nos llamó la atención sobre la enfermedad de la sociedad vasca, que ha convertido lo inaceptable en algo cotidiano; una enfermedad cuya curación sólo puede surgir del interior, de las próximas generaciones. Nos dijo cuál ha sido el error flagrante de la universidad: no haber contado nunca, desde hace 25 años, lo que sucede en el País Vasco.

Están también todos esos jóvenes que ocupan cargos de representación y nos hablaban sobre el miedo que sienten sus hijos en cuanto se enteran de para qué sirven los guardaespaldas. Esas viudas que nos explicaban que prefieren decir que sus maridos han muerto en "un accidente", y no asesinados, para que no las señalen con el dedo. Esos policías que nos "protegen" y ocultan sus rostros para que no se sepa que son policías y, por tanto, "traidores".

En todas y cada una de nuestras entrevistas nos vimos obligados a comprobar la "normalización" de lo anormal. Que es tan terrible como los delitos de sangre, porque es lo que los hace posibles.

La cuestión fundamental, el hilo conductor de esos cuatro días de encuentros, y que abordaron todas esas personas, con cargo o sin él, de cualquier partido, es la de la libertad. Si uno se rebela, si decide resistir de manera explícita contra esa forma de dictadura, de privación de libertad, está amenazado de muerte. Cualquiera puede verse amenazado y caer, sea político, profesor, periodista, o empresario de una firma de las que trabajan en proyectos que los terroristas consideran nefastos, como el de la construcción del tren de alta velocidad.

La amenaza atemoriza, aísla, limita la libertad de movimientos y de expresión. Una sociedad democrática no puede conformarse. No puede tener ninguna simpatía ni compasión por ETA, sus métodos mafiosos e intimidatorios, su impuesto revolucionario para financiar sus acciones.

Que exista ese terror y esa violencia en 2009, en España, en la Unión Europea, es inaceptable. No sólo porque mata a personas, sino también porque mata los principios mismos de la democracia. Y lo curioso es que la mayoría de los terroristas y activistas han nacido mucho después de que acabara el franquismo... en democracia.

Isabelle Durant es senadora y copresidente del Partido Ecologista belga, candidata a las elecciones europeas del 7 de junio de 2009 Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

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