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Columna
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El mus de Obama

Francisco G. Basterra

Es probable que no tenga cartas para apostar como lo ha hecho ante todo el país por televisión, por encima del Congreso ante el que formalmente hablaba. Pero se la ha jugado a la grande y a la chica. Si no tenía suficiente con intentar atajar la dramática crisis económica, cuyo fondo aún desconocemos, Barack Obama, transcurridos sólo 40 días de su presidencia, se atreve a dar pasos concretos hacia una sanidad pública prácticamente universal, de calidad y asequible, que acabe con la indecencia de que el país más poderoso del globo tenga a 46 millones de habitantes sin seguro médico alguno. Anunció el jueves, con su proyecto presupuestario, una hucha de 634.000 millones de dólares, en 10 años, para lograrlo. Y va a afrontar también el despropósito de que EE UU, el país que más gasta en educación, esté en un segundo nivel de la liga de las poblaciones mejor formadas. Pretende que las familias norteamericanas puedan mandar más hijos a la universidad con ayudas públicas.

Cree en un Gobierno racional, creativo y eficaz que puede ser capaz de encender el motor de arranque de la economía

Trata de darle la vuelta a la revolución de Reagan 30 años después, durante los cuales el 1% más rico de la población norteamericana ha incrementado entre un 20% y un 30% su trozo de tarta de la riqueza nacional. El audaz objetivo de Obama es atacar, vía impuestos, esta desigualdad económica de las clases medias, cada vez más empobrecidas y que no alcanzan a pagar una sanidad y una educación cada vez más costosas. El principal asesor económico de la Casa Blanca, Lawrence Summers, ha explicado así lo ocurrido en los últimos tres decenios: "El 80% de las familias estadounidenses ha estado enviando un cheque anual de 10.000 dólares al 1% más rico de la población". Intentará reducir a la mitad el déficit presupuestario, hoy el 12,3% del PIB, el mayor desde la II Guerra Mundial, subiendo impuestos a los ricos, no tocando a la inmensa mayoría de familias que ingresan menos de 250.000 dólares anuales, y gastando menos en guerras. Lo más parecido a la cuadratura del círculo.

Y todo lo quiere hacer a la vez, porque "la pasividad no es una opción". ¿Este presidente es un ingenuo, un visionario, cree que nos puede sacar de la recesión hablando, quiere hacer de Robin Hood, o hemos elegido a un jugador de póquer?, se preguntan los norteamericanos ante la sorprendente aceleración de la presidencia Obama. Barack entiende que la crisis que acogota al mundo y provoca la ansiedad de los norteamericanos es una oportunidad y no la excusa para la inacción o el ir poco a poco. Habla de la necesidad de "acciones audaces y grandes ideas" porque es evidente, en un plano teórico, que el pensamiento convencional ya no funciona. Sin embargo, el inmenso estímulo fiscal para, primero, salvar al sistema financiero con un gasto público keynesiano es una idea convencional. Aunque también se podría pensar que arrojar paladas de dinero de los contribuyentes a los bancos para que rehagan sus balances y salvar así a las mismas instituciones que han metido al mundo en este negro pozo es una idea bastante loca.

Es cierto que EE UU sigue siendo el país de los sueños, donde como ha demostrado la elección de Obama todo es posible. Un presidente negro, una mujer speaker (presidente) del Congreso y un tipo blanco, el vicepresidente Biden, en el podio del Congreso, como lo resumió la CBS en su telediario nocturno.

Conviene que sepamos quién es el 44º presidente de Estados Unidos. Ya tenemos algunas piezas para ir completando el rompecabezas. Hace poco Obama invitó a un grupo de selectos columnistas a volar con él a Chicago en el Air Force One. Bob Herbert, del Washington Post, y E. J. Dionne, del New York Times, han aportado detalles interesantes. Barack es un pragmático al que, por encima de ideologías, le importa que las cosas funcionen. ¿No dijo aquí el siglo pasado Felipe González que el cambio consistía precisamente en eso? "Soy un eterno optimista pero no soy un bobo", les dijo Obama. Y en su parlamento de esta semana ante el Congreso, dejó claro que cree, sin fundamentalismo alguno, en un Gobierno racional, creativo y eficaz que puede ser capaz de encender el motor de arranque de la economía de mercado, para retirarse después a un segundo plano. Pero no se trata de un Gobierno más grande. En el camino ya ha alterado la visión del pueblo norteamericano, que en su mayoría piensa que la palabra Estado es obscena y socialista, provocando una transformación ideológica. Quizás Obama pretende mover el centro político a la izquierda, al igual que Ronald Reagan lo desplazó a la derecha. Se trataría de redefinir el capitalismo reconstruyendo el liberalismo americano.

En esta orilla del Atlántico, la Europa de las catedrales y del Estado de bienestar, que como avisó Zapatero en su último discurso de política exterior corre el peligro de convertirse en "una suerte de gran museo sin peso en el mundo", la audacia innovadora de Obama provoca una sana envidia. Mientras la crisis económica amenaza con partir Europa con Estados fallidos en el Este del continente que habían puesto sus esperanzas en la Unión Europea, afectando incluso al núcleo fuerte del eurogrupo, nuestro sano escepticismo de viejas naciones no nos debiera impedir reconocer la todavía indispensabilidad de Estados Unidos.

fgbasterra@gmail.com

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