¿Quién es marroquí?
Tras incluirlos en el programa de su próxima edición, el prestigioso Festival de Cartagena acaba de excluir a Nadia Yasín, hija del jeque Yasín, líder del movimiento islamista Al Adl wal Ihsan, y a Ali Lmrabet, periodista exiliado en España. Ninguno de los dos participará, pues, en los debates sobre Marruecos y su producción literaria e intelectual que tendrán lugar en tal ocasión. Como respuesta a tan inaceptable e incomprensible censura, Lola López Mondéjar, organizadora de los debates, ha dimitido del festival. Si escribo este texto es para apoyar su decisión y para anunciar mi retirada del Festival de Cartagena.
Lo menos que puedo decir es que estoy furioso. Y perplejo. Nunca hubiera creído posible semejante censura en un país democrático. Claro que 2009 es oficialmente el año de Marruecos en España. Pero de ahí a que un gran festival como el de Cartagena ceda a las presiones... ¿Y de quién, exactamente? ¿De las autoridades marroquíes? ¿De la Embajada de Marruecos en Madrid? ¿Y por qué?
Me dijeron que me callase, que las paredes tienen oídos. Y que somos pobres para siempre
En su defensa, el director del festival declaró la semana pasada en EL PAÍS que yo, Abdellah Taia, de 35 años, escritor y primer marroquí en asumir públicamente su homosexualidad, participaría según lo previsto y hablaría libremente de todo, incluyendo mi sexualidad.
¿Qué quiere decir todo esto? ¿Que el homosexual marroquí es bienvenido en España, pero no una mujer perteneciente a un movimiento islamista ni un periodista que ha tenido grandes problemas con las autoridades marroquíes? No puedo aceptarlo. No puedo dejar que me manejen así. No quiero que me concedan la palabra en detrimento de otros marroquíes. Si hablé de mi homosexualidad en Marruecos fue por una necesidad interior (y no necesité autorización ni bendición alguna). Fue, antes que nada, un combate por el acceso a la individualidad, y no solamente por mí.
Lo que echamos terriblemente de menos en Marruecos y nos impide avanzar, liberarnos, son, entre otras cosas, los debates contradictorios. Me refiero a los reales, no a esos debates para la galería que pretenden dar una falsa imagen de progreso y modernidad. Desgraciadamente, pese al excelente trabajo de algunos medios de comunicación (Tel Quel, Le Journal Hebdo, determinadas emisoras de radio, etcétera), este tipo de debate, cuando lo hay, no llega a todos los marroquíes. Y la decisión del Festival de Cartagena no va a contribuir a cambiar las cosas. Por otra parte, se trata de una decisión extraña. Nadia Yasín y Ali Lmrabet se expresan regularmente en los diarios marroquíes. ¿Por qué apartarlos ahora? Misterio. ¿Son menos marroquíes que yo? ¿Menos fashion, tal vez? ¿Más "peligrosos"?
En Marruecos no es fácil tomar la palabra. Sé de lo que hablo. Crecí en Salé, frente a Rabat, la capital, en una familia pobre y en la sumisión y el aislamiento totales. Era como si Marruecos tampoco me perteneciese a mí. Como si la sociedad marroquí no existiese. Nunca me enseñaron a hablar. Me dijeron que me callase: en eso consistía la buena educación. Día tras día, año tras año, me repetían que las paredes tienen oídos. Que nosotros somos los pobres. Eternamente. Me transmitieron una visión demasiado simplista de la religión. El verdadero credo era el miedo. Miedo para toda la vida. Miedo para no salir nunca de la miseria ni de la ignorancia. Ese miedo que paraliza, mata y te prepara para la autodestrucción o el extremismo.
En Marruecos hablar es un lujo. Aquellos que pueden, tienen la responsabilidad de hacerlo por los demás, la responsabilidad de denunciar, de abrir el debate. Sorprender, provocar... Sólo así se puede cambiar el mundo y obtener derechos; ser dueño de uno mismo por fin.
En Marruecos oía a menudo cómo anatemizaban a éste o aquél por una supuesta traición al país y a sus ideales. Solía oír este tipo de frases: "No es marroquí. Nunca lo fue y nunca lo será". Hoy se oyen también, y cada vez más, frases como ésta: "No es musulmán, no es un buen musulmán". ¿Un impío, entonces? Desgraciadamente, ciertos intelectuales y artistas profieren también estas peligrosas negaciones que desvían la atención de los verdaderos problemas y no ayudan al marroquí a levantarse para gritar, para existir.
En mayo de 2007 oí esos mismos juicios escandalosos referidos a dos hermanos que cometieron un doble atentado suicida en Casablanca. Tras vagar durante casi dos días por las calles, saltaron por los aires no muy lejos del consulado norteamericano. No mataron a nadie. Sólo a sí mismos. En el colmo de la desesperanza en la que vive desde hace demasiado tiempo la juventud marroquí. Fue un grito desde el corazón, desde las tripas. Un llamamiento a la sociedad marroquí. No fue escuchado. Seguramente estimamos que no era culpa ni responsabilidad nuestra. Normal: esos dos hermanos "no eran marroquíes". ¿Verdad?
¿Quién lo es entonces?
Abdellah Taia es escritor marroquí. Traducción de José Luis Sánchez-Silva.
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