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Columna
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Una de chorizos

También es casualidad que la trama corrupta que inunda los dominios del principal partido de la derecha estallase en plena feria del embutido de Requena. En tal contexto, las palabras de Esteban González Pons cobran una dimensión pintoresca. Pero, hombre, ¿cómo que son cuatro chorizos ajenos a la causa? Convendrá el portavoz, también presente en las cintas, que ante la magnitud del pringue la afiliación de los presuntos es pura minucia, comparado con la cadena de favores y el hipotético reparto de beneficios. ¿Importó a qué o a cuántas cofradías pertenecían los implicados en los apaños que llevaron a los socialistas a la oposición en el siglo pasado, o resultó más sustancioso el coste y la rentabilidad de tanto desliz y nepotismo en aquel entramado de comisionistas? Pues estamos en lo mismo, con una salvedad: ahora que vienen mal dadas para el PP, allá en el cielo de Madrid como aquí en la costa urbanizada, todos huyen de la peste y nadie conoce a nadie. A ver si van a ser casualidades de la vida que determinada gente, con o sin bigote, se beneficie de contratos públicos, adjudicaciones de obras, campañas propagandísticas, pabellones feriales y saraos, gestión hospitalaria, producciones audiovisuales y demás cuchipandas con cargo al erario público. El tráfico de influencias, como los champiñones de granja, requiere para su cultivo de una tierra abonada, es decir, un tejido de relaciones sociales, afinidades ideológicas, contrapartidas de amplio espectro y la complicidad política, por comisión u omisión, de quien consiente tan florecientes y al parecer asentadas prácticas. Oído barra: el supuesto desconocimiento del Código Penal no exime de su cumplimiento. En la historia universal de la piratería, los bucaneros actuaban por cuenta de la corte y, como se deduce del sumario por entregas que nos entretiene, siguen cobrándose el servicio. Hay que ser alguien más que un mindundi para que te hagan parte en un botín con una docena larga de televisiones digitales, ¿sí o sí?

Ante palabras mayores como blanqueo, cohecho y fraude, que figuran en las diligencias en curso, arrecia la tentación del ataque como táctica defensiva. Un poco de calma, que con las prisas pueden acabar confesos y, lo peor, convictos. Así, la señora De Cospedal arremete contra fiscales y socialistas, pero con la empanada de cuerpo presente. Cuando Rita Barberá amenaza con el ventilador, reconoce de facto la existencia de materia susceptible de salpicar. Por no hablar de tergiversaciones interesadas y tertulianos en formación de ataque, que para eso cobran. Tienen razón, qué diablos. Para aprestarse al abordaje y hacer acopio del botín, hasta Francis Drake necesitó la mar en calma. La ofensiva del juez Garzón planea sobre la tierra prometida. La información documental que el Gobierno de Francisco Camps viene negando al tenaz diputado socialista José Camarasa puede emerger por otros desagües. El sainete entre el alcalde de Boadilla -que se resistía a dimitir por no existir aún imputación judicial- y Mariano Rajoy, o lo que queda de él, saca a pasear el caso de Carlos Fabra, blindado frente a imputaciones. Aprendan de él. Es verdad que en la Audiencia Nacional hay jueces y en otros sitios, si los hay, apenas se notan. En el reino de la poquedad y el evento, hasta la presunta burguesía aborigen cedió sus oportunidades de negocio a los parásitos del poder. Y en régimen de monopolio. Este balneario, con su himno y sus ofrendas, está en punto de caramelo. Tápense la nariz. Senyor pirotècnic, ja pot disparar la mascletà.

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