Mujer y andaluza
El Real Madrid de Capello se enfrentaba aquella noche al Barcelona de Robson. El ministro de Administraciones Públicas, Mariano Rajoy, dio por terminada mucho antes de lo que se esperaba la reunión con representantes de la Junta de Andalucía. Ante la sorpresa de los andaluces por las prisas del dirigente del PP, uno de sus ayudantes aclaró:
-Es que el ministro quiere ver el partido de fútbol.
La reunión de la comisión mixta estaba condenada al fracaso. A los pocos minutos de iniciarse, el consejero de la Presidencia, Gaspar Zarrías, pedía un ejemplar de la Constitución. La consejera de Economía, Magdalena Álvarez, escuchaba atónita estas palabras del ministro, puro en mano: "Usted ya ha intervenido bastante por hoy. Le he dicho que no hable".
Rajoy resumió así el encuentro: "Han venido unos señores a insultar y agredir al Gobierno de España". Álvarez contestó: "Ha sido intolerable; se ha despreciado a la representación andaluza". Zarrías pidió que se le entregara una copia de la grabación realizada. Como no se fiaban, habían pedido grabar la sesión. Las cintas nunca se entregaron a la Junta, que las reclamó judicialmente. Álvarez ha comentado que, de hacerse públicas, la carrera política de Rajoy se hundiría irremediablemente.
De aquel bronco primer encuentro, celebrado el 30 de enero de 1997, se cumplen ahora 12 años. Allí comenzó a incubarse la profunda animadversión que el hoy presidente del PP siente hacia Magdalena Álvarez. Una inquina que persiste y que se ha extendido a otros dirigentes populares.
El último ataque ha partido, una vez más, desde Cataluña. La diputada del PP en el Parlamento catalán Montserrat Nebrera decía el sábado en la SER que el acento andaluz de la ministra era "de chiste" y que no entendía como "esta cosa" había sido nombrada ministra. Dos días después, lejos de rectificar, la acusaba de tener un tono "chulesco, insultante y barriobajero". El presidente del partido, su viejo conocido Mariano Rajoy, añadió el calificativo de "zafia".
La retahíla de insultos que ha cosechado Álvarez a lo largo de su vida política es amplia. La pregunta es por qué la ministra concita el odio de los líderes de la derecha española y de algunos nacionalistas catalanes.
La respuesta la dio el martes la ministra en la SER: "Porque soy mujer y andaluza y eso es una afrenta". Y preguntaba: "¿Cómo me atrevo a dirigir un ministerio tan importante y que tiene tanto poder?". Un ministerio que, por cierto, pretendían los catalanes.
Porque lo que late en el fondo de los ataques a la diputada socialista malagueña es una actitud despectiva y de desprecio. Joan Puig, diputado de Esquerra Republicana de Catalunya, le decía en 2007 cuando la crisis del AVE que no fuera a Barcelona "repartiendo limosnas, como un señorito andaluz". Puig la prefería sumisa, como los inmigrantes que acudieron a aquellas tierras hace años en busca de trabajo.
Aunque estos últimos días es Álvarez el objetivo de los disparos de la derecha, los insultos y el menosprecio hacia esta comunidad son una constante. Líderes del PP han afirmado cosas como que los niños andaluces son analfabetos (Ana Mato), sus padres indolentes (Aparicio) y Blas Infante un cretino (Vidal-Quadras).
Lo que demuestran todas esas miradas hacia lo andaluz es pura xenofobia con unas fuertes dosis de machismo, en el caso de los ataques a Magdalena Álvarez. Porque mientras que a su antecesor en Fomento, Álvarez Cascos, se le consideraba un hombre de carácter, a la diputada andaluza se la califica de chula y arrogante.
Ese machismo le traicionó desde el primer día a Rajoy, a quien irritó sobremanera que la entonces consejera de la Junta le impidiera fumarse un puro porque la ley prohibía fumar en edificios públicos.
Rajoy debió fumárselo viendo el partido. Un partido que por cierto perdió su equipo. El Barça derrotó al Real Madrid por 3-2.
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