El premio Nobel de la Generación del 27

Cuando en 1977 el premio Nobel de Literatura fue a parar a las manos de Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-Madrid, 1984), la Academia sueca estaba premiando, con la democracia de nuevo en España, a toda una generación, la del 27, partida en dos por la Guerra Civil.

En su nombre, es cierto, premiaba a un grupo irrepetible de poetas que, en la estela de Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, había abierto para la poesía española las puertas de la modernidad. Y premiaba también al mentor de los jóvenes poetas de la posguerra, que completaron su formación poética y sus relaciones personales en sus visitas a la casa de Aleixandre en la madrileña calle Velintonia.

Pero junto al poeta-símbolo, aquel Nobel reconocía, sobre todo, a un autor que consiguió que el surrealismo amoroso (superrealismo prefería decía él) de títulos como Espadas como labios (1932), Pasión de la tierra (1935) o La destrucción o el amor (1935) se tornara colectivo y "social" en Historia del corazón (1954) y En un vasto dominio (1962) y, finalmente, filosófico en Diálogos del conocimiento (1974).

Mañana, EL PAÍS publica una antología del escritor que se vende conjuntamente con el periódico por 8,95 euros. Es parte de la colección de poesía de los 30 mejores poetas en lengua española del siglo XX que el diario pone en los quioscos cada miércoles. El volumen se abre con un prólogo en el que el novelista y poeta Vicente Molina Foix, amigo de Aleixandre y buen conocedor de su obra, analiza el papel del poeta dentro de su generación y destaca algunos de los temas fundamentales de su lírica.