Cuanto antes
Ibarretxe adelanta todo lo posible las elecciones para esquivar los peores efectos de la crisis
Ibarretxe siempre sorprende: sobre todo a los que no le conocen. Pérez Touriño se había adelantado ocupando la casilla del primero de marzo para las elecciones gallegas, a fin de que su campaña no coincidiera con la de las vascas, previstas también para ese mes. Descartado el día 8, para evitar su simultaneidad con el Día de la Mujer Trabajadora, se daba por hecho que el lehendakari optaría entre el 15 y el 22. Ha elegido el primer día del mes; no porque busque expresamente la simultaneidad, sino porque las quiere cuanto antes.
Para hacer frente lo más rápidamente posible a la crisis, según explicó ayer, y no hay por qué dudar de que ésa es la razón principal: que se celebren antes de que se evidencie la pérdida de empleos ahora que la crisis está llegando a la industria vasca. El lehendakari, probablemente siguiendo en esto las indicaciones de la cúpula de su partido, ha preferido olvidarse del prurito simbólico de que no coincidan con otros comicios y alejar el riesgo de que el clima social desmienta el mensaje optimista de una economía vasca a resguardo de los efectos de la recesión gracias a la gestión nacionalista.
Además, el ascenso que los sondeos pronostican para los socialistas gallegos podría ser un estímulo para que los electores vascos que dudan acabaran inclinándose por Patxi López; y ya que no puede convocarlas antes de las gallegas, pues se había comprometido a que fueran en marzo, Ibarretxe ha optado por que se celebren el mismo día.
Es posible que también haya influido el reflejo victimista de aproximar la campaña al desenlace del juicio contra el propio Ibarretxe (por sus reuniones con Batasuna en 2006) que se inicia la semana próxima; pero seguramente ha sido un factor secundario, dado que también Patxi López será juzgado por lo mismo. Y lo que se juega es quién de los dos será el lehendakari.
Las posibilidades de que repita Ibarretxe siguen siendo considerables, pero su posición es mucho más débil que hace cuatro años. Entonces era el candidato de la coalición PNV-EA y la referencia de la alianza gobernante. Ahora EA se presenta por separado y la dirección de su propio partido, encabezada por Urkullu, ha tomado distancias con el principal factor de cohesión del tripartito: el soberanismo plasmado en la famosa consulta. Urkullu desautorizó la propuesta de Egibar de listas soberanistas conjuntas (PNV-EA-IU-Aralar) para las legislativas y desactivó la respuesta (denuncia del Reino de España en Estrasburgo) planteada por Ibarretxe frente a la anulación de su consulta por el Constitucional.
En esas condiciones, la posibilidad de un cambio (que el 47% de los vascos considera deseable, según el último Euskobarómetro) es real, aunque difícil. Entre otras cosas porque la primera opción de cambio de entre las deseadas por el electorado, un Gobierno PSE-PNV presidido por Patxi López, requeriría la retirada voluntaria de Ibarretxe, y sería una gran sorpresa que eso ocurriera (salvo en caso de fortísima derrota).
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