Ni uno más en Afganistán
Llegan las Navidades y demás fiestas conexas como Año Nuevo y Reyes. Se desencadena un movimiento sísmico de reagrupación familiar, acorde con aquel empadronamiento decretado por César Augusto del que habla Lucas en el capítulo segundo de su evangelio. Pero la fuerza centrípeta polarizada en la familia, subraya también la visibilidad de los distantes y de los desarraigados. Entre los primeros siempre hay un recuerdo encabezado por el Rey para quienes deben anteponer el cumplimiento del servicio que el país les ha encomendado. Es el caso de las fuerzas militares, con especial acento en las que se encuentran a mayor distancia o enfrentadas a mayores riesgos. Por ejemplo, las destacadas en Afganistán dentro de la misión de ISAF.
Obama se inclina por la retirada progresiva de Irak; la actitud de Zapatero ya ha sido anticipada
Sobre su número fue interrogado el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, durante la conferencia de prensa que ofreció el pasado viernes en La Moncloa para trazar un balance del año. El periodista Fernando Jáuregui sugería haber detectado una contradicción entre las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, según las cuales "ni un soldado más iría a Afganistán" y otras posteriores de la ministra de Defensa, Carme Chacón, sobre "un aumento de tropas en misiones en el exterior en un 140%", para las que el colega imaginaba un posible destino en Afganistán. Además, quería saber si el cambio en las declaraciones ministeriales obedecía a sugerencias procedentes de la nueva Administración norteamericana.
La respuesta del presidente Zapatero huyó esta vez de las vaguedades sinuosas para cristalizar con las aristas propias del sistema regular y el respeto al escarnecido principio de contradicción. Aclaró que la ministra de Defensa había explicado cómo, por aplicación de la Ley Orgánica de la Defensa, había perdido sentido establecer un tope anual en el número de efectivos militares asignados a las misiones en el exterior. En realidad ese tope, fijado en 3.000 por iniciativa del primer Gobierno socialista de Zapatero, carecía de sentido porque el número de cada uno de los contingentes destacados en los diferentes países debe determinarse de un lado en función de los compromisos aceptados con Naciones Unidas y con nuestros aliados y, de otro, según la masa crítica que sea preciso desplegar para cubrir las necesidades y garantizar la eficacia de quienes están sobre el terreno.
Además, por primera vez desde que el presidente Aznar procediera a la abolición improvisada y chapucera del servicio militar obligatorio y se incurriera en la plena profesionalización de las Fuerzas Armadas, se ha pasado del déficit de aspirantes respecto a las plazas ofertadas de tropa y marinería a más de cuatro candidatos por cada puesto. A partir del ministro Eduardo Serra en adelante había sido imposible reclutar la cifra fijada en el llamado objetivo de fuerza conjunto. Apenas se lograba alistar al 70% de los previstos y eso pese a las rebajas sucesivas de las condiciones de estudios, de las aptitudes físicas y del cociente intelectual y al incremento de la edad máxima aceptada para incorporarse o permanecer en filas.
Pero volvamos a la comparecencia ante la prensa del presidente del Gobierno para dejar constancia de su pronunciamiento en torno a la previsión de incremento de las tropas españolas en Afganistán, del que se venía hablando con insistencia. Zapatero dijo, de entrada, que no. Añadió que "nuestro compromiso está muy medido en lo que debemos y podemos aportar" y concluyó que, desde luego, "la posición del Gobierno no es favorable al incremento de las tropas españolas en Afganistán". De manera que quienes apostaban por la continuidad del síndrome compensatorio, que se le atribuye a partir de aquella decisión súbita de retirada de nuestras fuerzas militares en Irak nada más asumir la presidencia, deberán proponer otra clase de expiaciones si es que todavía las consideran necesarias.
En el plano de los compromisos inmediatos respecto al envío de tropas al exterior, Zapatero sólo reconoció Somalia a propósito de la operación de protección de los pesqueros, también españoles, que faenan en las aguas del Índico. Una operación que en su día fue reclamada por España y que promueve la Unión Europea con el respaldo de Naciones Unidas, y en cuyo despliegue participamos coligados con otros países.
En resumen, sabemos que el presidente Obama se inclina por la retirada progresiva de las fuerzas en Irak bajo un calendario acordado y por intensificar al mismo tiempo la presencia militar en Afganistán de Estados Unidos y de sus aliados. La actitud de Zapatero ya ha sido anticipada de manera contundente. Continuará.
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