Alejar el proteccionismo
La consecuencia más explícita de la crisis financiera es esa cada día más generalizada recesión. Racionamiento crediticio, contracciones en el ritmo de crecimiento de las economías y destrucción de empleo constituyen las piezas de una perversa espiral que se traducirá en pérdidas de bienestar de la población en no pocos países; en principio, en casi todos los industrializados. Frente a un cuadro tan lúgubre, la tentación proteccionista puede formar parte de las alternativas políticas en algunos países. No conviene olvidar que las "políticas de perjuicio al vecino" fueron la peor de las reacciones a la extensión de la Gran Depresión. Uno de los mensajes más pertinentes y también más nítidos que transmitió el comunicado de la última cumbre del G20 fue precisamente el de tomar nota de esa amenaza e instar a que no se recurra a las prácticas de cerrar las economías nacionales.
Fueron mensajes oportunos. La contracción que está teniendo lugar en los volúmenes de comercio no es muy tranquilizadora. Las ultimas previsiones del Banco Mundial señalan que el descenso en el volumen de comercio mundial en 2009 será superior al 2%. Será la primera vez desde 1982 en que se registre una caída, superior en todo caso al 1,9% que tuvo lugar en 1975. Las economías que más van a sufrir esa inflexión a la baja son las menos desarrolladas, tributarias no solo de la intensa debilidad en la demanda de las economías más ricas, y del consiguiente descenso en los precios de las materias primas, sino igualmente de las menores facilidades a la financiación de las exportaciones.
Todo lo anterior sugiere asumir que el alejamiento de las tentaciones proteccionistas que la severidad de la crisis puede estar contribuyendo a incubar debería constituir una de las más importantes prioridades de los gobiernos de las economías más avanzadas. Resulta decepcionante que el propósito de desbloquear la Ronda Doha de negociaciones en el seno de la OMC antes de fin de año se haya convertido en un fracaso lacerante, según se encargó de certificar este viernes su director general, Pascal Lamy.
Estados Unidos y la UE tienen asignaturas pendientes en materia de libre comercio. A pesar de algunas promesas electorales inquietantes, la nueva administración estadounidense debería transmitir al resto del mundo de forma suficientemente explícita que entre sus alternativas para escapar de la ya manifiesta recesión no está el enrocamiento comercial, ni la penalización de las actividades de outsourcing internacional de las empresas multinacionales estadounidenses. La UE, por su parte, debería aprovechar para dar un paso racionalizador en la política agrícola común y no penalizar a las economías en desarrollo para las que las exportaciones agrícolas constituyen el principal monocultivo generador de ingresos en divisas.
Si algo está dejando claro la actual crisis financiera es la necesidad de fortalecer la gobernación global de la actividad económica, antes incluso de salir de ella. Hoy más que nunca el multilateralismo es la vacuna más eficaz para no cometer los errores del pasado. Ello significa fortalecer la legitimación de la OMC y, con ello, la preservación de la dinámica de globalización. Las alternativas nos retrotraen a esos nefastos años treinta que incubaron lo peor de la economía y de la política en muchas décadas. -
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