Canciones de tres minutos, novelas de 500 páginas
Pérez-Reverte mete en el corazón de la cultura mexicana a Los Tigres del Norte
Fue entrañable verlos nerviosos. Esos tipos capaces de enchinar la piel de 200.000 personas puestas en pie cuando cantan ese corrido que dice "indios de dos continentes, mezclados con español, somos más americanos que el hijo de anglosajón", estaban ayer muy nerviosos. Arturo Pérez-Reverte les había pedido unos meses atrás que fueran con él a la Feria del Libro de Guadalajara y ellos le dijeron que sí. Y allí estaban, hombres de palabra, en el corazón de la literatura en español, escuchando lo que su amigo el escritor tenía que decir de ellos en voz alta: "Un país como México se entiende mejor por Los Tigres del Norte que por los más sesudos intelectuales o los novelistas de más éxito. Este país tiene una realidad tierna y violenta, dura y familiar, trágica y feliz, y el corrido y el narcocorrido norteño es el que mejor la ha definido. Élmer Mendoza y yo somos pinches escritores que necesitamos 500 páginas para contar lo que Los Tigres del Norte cuentan en tres minutos y medio".
"El 'narcocorrido' se estudia en EE UU y en México se ve con recelo", dijo el autor
Sonreían de gratitud. Se les quebraba la voz. Jorge Hernández, el tigre mayor, buscaba las palabras adecuadas para no defraudar a un público distinto al habitual. Estaban entre gente que leía libros. Ellos, que apenas fueron a la escuela porque tuvieron que salir bien pronto de su pueblo, Rosa Morada, Sinaloa, para conseguir dinero con el que ayudar en la casa. "De la enfermedad de mi padre surgieron Los Tigres del Norte", dijo Jorge. Cantaban en cantinas de buena o mala muerte, y las mujeres de la vida los escondían debajo de las mesas -tan pequeños eran- cuando llegaba la policía. Pronto se dieron cuenta los hermanos Hernández de que a los clientes les gustaba aparecer en los corridos, ellos les pedían sus nombres, y enseguida los convertían en héroes de tres minutos y medio.
Y ahora, 40 años después, aquí están, entre miles de libros y dos escritores de fama, el mexicano Élmer Mendoza y el español Pérez-Reverte. Un triángulo de amistad que se fraguó cuando el antiguo corresponsal de guerra preparaba en México su novela La reina del Sur. Ya en la primera página aparecían ellos entonando uno de sus narcocorridos más famosos. Teresa Mendoza se estaba bañando. "En el estéreo del dormitorio, Los Tigres del Norte cantaban historias de Camelia la Tejana. La traición y el contrabando, decían, son cosas incompartidas". Cuatro décadas con el radar puesto en lo que le pasa a la gente, a su gente de la frontera. Y por eso llegando a la gente corriente, vendiendo millones de discos, pero olvidados -cuando no mal queridos- por la cultura oficial. "Es triste", dijo ayer Pérez-Reverte, "que en las universidades norteamericanas la música del corrido norteño, de la épica de la frontera, se esté tratando como tema de estudio académico, y sin embargo en México todavía es algo que se ve con recelo porque es popular, es conflictivo, es violento, bronco... Piensan que es mejor no hablar de ello, mejor dejarlo oculto, prohibirlo".
Intento inútil. La presencia de Los Tigres alborotó la Feria de Guadalajara. Llegaron en dos camionetas Suburban -como las que suelen gastar los héroes y los villanos de sus canciones- y pasearon entre estanterías llenas de libros, entre gritos de admiración. En un momento de su encuentro con el público de Jalisco, Pérez-Reverte les preguntó:
-¿Se han perdido las reglas?
-Se han perdido. Se han quebrado las reglas, Arturo.
En un mundo como el mexicano las reglas siempre han sido fundamentales. Y una de las razones, dice el escritor y dicen los Hernández, de que México esté sumido en el infierno de 4.700 muertos es que se han roto las reglas. Y una de ellas en el narco era no tocar a las mujeres y los niños, y ahora se han roto las reglas. "Ya no hay hombres de honor", se lamentó el mayor de los hermanos, "se quebraron las reglas que se usaban antes y eso nos ha perjudicado a todos. También los políticos han roto su palabra. Y cuando el gobernante no cumple, entonces pasa lo que pasa... No se respeta la palabra dada".
Al final, y ante el delirio del público, en su mayoría gente muy joven, Pérez-Reverte, Élmer Mendoza y Los Tigres entonaron algunas de las estrofas de los narcocorridos más famosos... "Salieron de San Isidro procedentes de Tijuana, traían las llantas del carro repletas de hierba mala, eran Emilio Varela y Camelia La Texana...".
Babelia
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