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Reportaje:

El poder de la provocación

Hoy se da a conocer el ganador del prestigioso y siempre polémico premio Turner

Una vaca diseccionada y sumergida en un tanque de formol, pinturas con boñigas de elefante incorporadas o unas luces que se encienden y se apagan de forma intermitente han catapultado a sus autores (Damián Hirst, Chris Ofili y Martin Creed, respectivamente) al Olimpo de los ganadores del premio Turner, el más célebre galardón de arte contemporáneo. Son también obras que han contribuido a la polémica que, año tras año, casi como un ritual, se sucede tras el anuncio de la lista de finalistas. Un arduo debate se cierne en torno a ellos que supera el ámbito de la crítica especializada. "Incluso la gente que no es especialista en arte conoce los premios Turner", señala Lynne Cooke, subdirectora del Museo Reina Sofía y miembro del jurado que concedió el galardón en 1985. Hoy se concederá el vigésimo cuarto premio Turner -dotado con 19.600 euros- a uno de los cuatro finalistas de este año: los británicos Cathy Wilkes y Mark Leckey, la polaca Goshka Macuga y Runa Islam, nacida en Bangladesh.

Muchos premiados compiten hoy con actores y famosos en las páginas 'rosas'

El premio nació en 1984 para apoyar el empeño de la Tate Gallery por reforzar su presencia en el arte más contemporáneo. "Al principio se fue dando a los artistas más clásicos, los más conocidos", recuerda Carmen Giménez, conservadora de arte del siglo XX del Museo Guggenheim de Nueva York, que formó parte del jurado en 1988. Ese año, tras haberse labrado una reputación en la Whitechapel Gallery, se hizo cargo de la Tate Gallery Nicholas Serota, figura que dio el verdadero impulso que necesitaba el premio Turner.

Muchos de los artistas ganadores compiten hoy con actores y famosos por ocupar espacio en las páginas de vida social. "A veces se premia a un artista sólo porque hace ruido", lamenta María Corral, ex directora del Museo Reina Sofía y miembro del jurado del Turner en 1991. "Lo que me disgusta es que los artistas jóvenes no digan que no a determinadas cosas por el poder mediático y se olviden del punto de vista estético y ético. Pero es que cuando se es joven es tan difícil decir que no...", añade.

¿Ha sido la controversia positiva para el premio? Para Judith Nesbitt, conservadora jefe de Tate Britain, "es una parte inevitable y bienvenida de una abierta discusión pública". En su opinión, el galardón ha contribuido a presentar a nuevas generaciones de artistas a un público amplio y, "una vez al año, ofrece la oportunidad de ponerse al día en las nuevas tendencias del arte contemporáneo". Pero los tiempos han cambiado, el público está más familiarizado con la creación actual y, quizás por eso, las ediciones más recientes del Turner hayan sido, en lo referente al escándalo, un pálido eco de lo que fueron. Tampoco es ya un requisito imprescindible haber nacido en el Reino Unido -sí haber desarrollado una carrera en este país- para aspirar al premio. ¿Tiene razón de ser el premio Turner en la actualidad? "Quizás se haya agotado un poco. ¿Cuántos grandes artistas pueden surgir cada año? Y eso que Reino Unido tiene unas excelentes escuelas de arte", señala Giménez. En todo caso, como afirma Serota en el libro El premio Turner y el arte británico, el galardón ha cumplido ya con creces dos objetivos: el primero, consolidar al Reino Unido y a Londres en particular como "uno de los más importantes centros de producción del mundo del arte contemporáneo"; el segundo, contribuir a que la opinión pública acepte "que el arte asume muchas formas y trata cuestiones que van más allá de las convenciones de la representación y la belleza".

Una visitante observa la obra de Damien Hirst <i>Mother and child divided</i> en una retrospectiva de los premios Turner celebrada este año en Japón.
Una visitante observa la obra de Damien Hirst Mother and child divided en una retrospectiva de los premios Turner celebrada este año en Japón.REUTERS

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