Contra los comisarios del olvido
El poeta Juan Gelman reclama que se esclarezcan y se juzguen los crímenes de las dictaduras en un foro internacional sobre memoria histórica
La voz de Juan Gelman parece a punto de romperse tras cada palabra. Sin embargo no se quiebra. Renace una y otra vez de su agonía con un efecto bumerán: rompe en mil pedazos a quienes le escuchan. Romper la amnesia o la indiferencia frente al pasado cuando éste aún tiene cuentas pendientes. Como en Argentina, el país donde el premio Cervantes nació en 1930 y donde asesinaron y desaparecieron a su hijo Marcelo y a su nuera Claudia.
Nadie como un poeta para describir el dolor, nadie como un periodista para relatar hechos, nadie como una víctima para estremecer. Gelman es las tres cosas: uno de los mejores poetas de América Latina, un periodista de larga trayectoria y un padre que buscó desesperadamente los restos de su hijo y su nuera, dos de los 30.000 seres evaporados en el silencio que dejó tras de sí la última dictadura argentina. Nadie más apropiado que Juan Gelman para inaugurar ayer en Salamanca el I Encuentro Internacional de Centros de la Memoria Histórica, promovido por el Ministerio de Cultura, con un alegato contra "los comisarios del olvido".
"Se van los dictadores y llegan los organizadores del olvido"
"El infierno no termina al cerrarse las puertas del campo de concentración"
"Soy padre de un hijo de 20 años, secuestrado, torturado, asesinado en 1976". "Soy suegro de su esposa, secuestrada cuando tenía 19 años, trasladada de Buenos Aires a Montevideo encinta de ocho meses y medio y asesinada por la dictadura militar uruguaya dos meses después de dar a luz". "Soy abuelo de una nieta de la que me robaron sus primeros 23 años de vida". Con la voz de quien ha sido malherido una y otra vez, esa que parece siempre a punto de romperse, confesó que, a pesar del tiempo transcurrido desde las desapariciones y de haber recuperado los restos de su hijo, sigue sin tocar el final del duelo. No llegará mientras no encuentre a los que faltan. Ni se sepa toda la verdad sobre lo ocurrido. Ni lo ocurrido se siente ante la justicia. "El infierno no termina cuando se cierran las puertas del campo de concentración y las luces se apagan: hace un cuarto de siglo que cesó el infierno en la Argentina y centenares de miles de personas viven esa segunda parte del infierno que crepita en la memoria", proclamó.
Afirmaba Adolfo Bioy Casares, al que citó el poeta, que en su país el olvido corre más ligero que la historia. "Pero no sólo en la Argentina. Desaparecen los dictadores de la escena y aparecen inmediatamente los organizadores de olvido", lamentó Gelman. Entre esos guardianes del olvido en Argentina, el poeta aludió a los militares que mantienen un pacto de silencio, a los policías que facilitan la huida de represores o queman archivos, a la jerarquía de la Iglesia católica que custodia "muy prolijos archivos" que ayudarían a rescatar restos de desaparecidos, a representantes judiciales que "encajonan procesos" y a sectores que, por acción u omisión, "fueron cómplices de la matanza y callan lo que saben".
Baste el ejemplo de España para comprobar las dificultades por desempolvar las páginas más atroces de la historia en cada país. También el ministro de Cultura, César Antonio Molina, defendió la memoria en la misma Universidad donde Unamuno defendió la inteligencia frente a Millán Astray: "Hemos escrito demasiadas veces nuestra historia en el agua y en la arena, pero la historia necesita descifrarse y conocerse para aprender de ella".
Los diques ante el pasado son recurrentes. Y antiquísimos, como ilustró Juan Gelman al contar que en el siglo V antes de Cristo en Atenas se prohibió por decreto recordar la derrota militar ante Esparta. Cada ciudadano fue obligado a pronunciar el juramento: "No recordaré las desgracias". Contra la falsificación o el silencio histórico, Gelman alabó el valor de archivos que "contribuyen a deshacer las artimañas de los asesinos de la memoria". Y reclamó que los archivos se abran a la sociedad para que "la barbarie no se repita". Para que tipos como Klaus Barbie, ex jefe de la Gestapo en Lyon (Francia), no se reencarnen en nuevos ejemplos. En 1987, el periodista Gelman asistió al proceso contra este nazi, apodado El Carnicero. Una de sus víctimas le echó en cara sus crímenes, a lo que Barbie replicó: "Yo no me acuerdo de nada. Si se acuerdan ustedes, el problema es de ustedes". "Efectivamente", concluyó Gelman, "recordar, denunciar y exigir el castigo de crímenes contra la humanidad es un problema nuestro".
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