El uso de los transgénicos
Apelando a la información vertida hace unos días en la sección de vida&artes de este diario sobre los cultivos modificados genéticamente, se debe de hacer un llamamiento de responsabilidad a las autoridades reguladoras y a las empresas del sector que se dedican a comercializar dichos productos.
Porque se sabe que dichos organismos modificados con códigos genéticos resistentes a las plagas y adversidades del clima, y por ende, con un mayor potencial de producción, podrán ser una de las claves resolutivas a varios problemas ligados con la alimentación en el mundo. Pero también hemos de tener presente que las empresas de producción y comercialización de estas semillas no son totalmente altruistas y querrán gozar de los beneficios de la comercialización de su "obra". Y según la información a la que me he referido arriba, la investigación agro-genética emplea algunas técnicas como la denominada terminator que consiste en eliminar la capacidad de la semilla para germinar una vez que se hace la recolecta. Con este procedimiento lo que intenta la compañía es asegurarse una compra año tras año de estas semillas por parte de los agricultores, con lo que se incurre en una dependencia injusta del agricultor con respecto a su proveedor.
En resumen, que si al uso de los transgénicos no se le dota de un marco legal regulado y coherente a la función asignada de alimentar la población que sufre de inanición y, por el contrario, se deja que sea el mercado libre y especulativo, colapsador de la economía actual, el que regule su actividad de atemperar el hambre y otras disfunciones del mercado de alimentos, será mejor echar la llave a la expansión de este arma de doble filo. Porque como tantas veces pasa, a menudo, es peor el remedio que la enfermedad.
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