Citigroup y General Motors
Otro fin de semana espeso, en espera de que pueda suceder algo que recomponga la situación. Los iconos empresariales tradicionales de EE UU son, entre otros, Citigroup, General Motors, Coca-Cola o Metro Goldwyn Mayer (antes de que fuese adquirida por la japonesa Sony). Pues bien, los dos primeros se tambalean. Forman parte de la herencia que tendrá que asumir Obama el 21 de enero, si llega a tiempo. El presidente electo ya ha recogido, en forma de votos, los réditos políticos de la catastrófica situación económica que deja Bush; a partir de ahora todo serán costes.
Citigroup fue la joya de la corona bancaria estadounidense hasta hace dos años, cuando fue superado por el Bank of America. No es la primera vez que sufre tanto en sus cuentas; en los ochenta y primeros noventa tuvo que establecer provisiones multimillonarias por los créditos impagados que provenían de América Latina. Como consecuencia de las mismas entró en su capital dinero saudí (4% del capital social), que ahora vuelve a intentar actuar como caballero blanco. No parece suficiente. La semana pasada, Citigroup padecía dos jornadas de pánico en Wall Street que le llevaron a reducir un 50% de su capitalización bursátil, y en lo que lleva de año ha perdido casi el 90% de su valor. El Citi ya ha recibido 25.000 millones de dólares del plan Paulson de rescate financiero. Para analizar su situación baste decir que lo que ahora vale en Bolsa es menor que esa cantidad que le ha llegado de los fondos públicos.
Citi vale ahora en Bolsa menos que el dinero que ha recibido de los fondos del 'plan Paulson'
Las soluciones que se han manejado para sacar al gigante de esa situación de desconfianza son de distinta naturaleza: partición del conglomerado, vendiendo algunas de sus divisiones (por ejemplo, la firma de corretaje SmithBarney); fusión o compra por parte de otra entidad (se mencionan los nombres del Goldman Sachs o Morgan Stanley, que ya no son bancos de inversión); dimisión del consejero delegado Vikram Pandit, del que no se fían los mercados, etcétera. O nacionalización directa del banco para no repetir la situación de pánico que se generó el pasado 15 de septiembre -verdadera frontera en la naturaleza de la crisis financiera- cuando las autoridades dejaron quebrar Lehman Brothers, considerado el peor error de la Administración de Bush y de su secretario del Tesoro, Henry Paulson.
Hasta ahora, la banca ha sido el único sector protegido por el dinero público (incluido en él la aseguradora AIG, a la que se le ha proporcionado 140.000 millones de dólares, el equivalente al 80% del plan de estímulo a la economía real), en el entendido de que si cae la banca, no se sostendrá el resto del sistema. Pero al olor de las ayudas también han acudido The Big Three, las tres grandes firmas de Detroit del sector del automóvil (General Motors, Ford y Chrysler), al borde de la bancarrota. El Congreso americano les ha dado hasta el próximo 2 de diciembre para que presenten un plan de viabilidad que demuestre para qué quieren las ayudas, más allá de salvar la cara de sus ejecutivos (los tres presidentes quedaron en ridículo en el Senado, cuando contestaron que cada uno había acudido a Washington, a la cita en el Capitolio, en su avión privado en vez de en la línea comercial).
Se dice que habrá acuerdo final para salvar al automóvil y sus centenares de puestos de trabajo directos y en la industria auxiliar (rehenes de la situación), en forma de intercambio político: cederán los republicanos más recalcitrantes a las ayudas de Estado a cambio de que los demócratas avalen el Tratado de Libre Comercio con Colombia, en el que está empeñado Bush. En una de sus últimas intervenciones públicas, Obama ha declarado que "la bancarrota es una opción más".
De este ambiente espeso no se libra, por primera vez, la banca española. Hasta hace poco imperturbable ante la ausencia de activos tóxicos en sus tripas, los mercados se han puesto nerviosos al conocer la inesperada ampliación de capital del Banco de Santander, para recomponer su ratio de solvencia. La pasada semana, la banca de nuestro país -que sorprendentemente no acudió como se esperaba a la subasta de liquidez del Gobierno- sufrió lo indecible en la Bolsa. Veremos su evolución inmediata.
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