Argerich y Maisky, 30 años de matrimonio musical
La pianista y el chelista ofrecen una exitosa gira por España
Fue un flechazo musical. Ahora es un matrimonio instrumental muy bien avenido. Se conocieron hace 30 años en Francia y al poco tiempo empezaron a colaborar. Hablando y sobre todo escuchándose uno al otro sobre los escenarios, Martha Argerich y Mischa Maisky, han forjado un dúo con su piano y su violonchelo legendarios que ha llegado hasta hoy. "Y ya estamos planeando una gira para celebrar los 50", comenta Maisky con la sonrisa cómplice de la pianista. Las bodas de oro.
Su caso puede causar perplejidad. Pero el hecho es que han construido una amistad a prueba de bomba. Son el yin y el yan. Almas opuestas. Argerich, tremendamente frágil, huidiza, con tendencia a evaporarse; Maisky, espontáneo, extrovertido, siempre dispuesto a contar chistes, enseñar las fotos de sus hijos o de su nueva mujer, una belleza italiana con orígenes en Sri Lanka.
"Puede que dé algún recital sola, pero sin fechas", dice la argentina
"En la cárcel, de mi cabeza no pudieron arrancarme las notas", recuerda él
De hecho, hablar con Argerich siempre tiene su punto de suspense. No hay citas. La palabra entrevista le espanta. Pero en cambio, si uno la aborda en el hotel para invitarla a un café, acepta. Quizá porque nunca dice que no a un café. Los toma compulsivamente y le mantienen despierta hasta altas horas. Maisky se une a las charlas.
La pianista y el chelista han llevado una vida nómada hasta que ambos desembarcaron en Bruselas. Argerich, de 67 años, empezó en Argentina, de donde salió joven. Maisky, de 60 años, se siente ciudadano del mundo: nació en Riga, sufrió prisión en un campo de trabajo en la URSS, emigró a Israel y terminó en Europa: "Cuando me preguntan de dónde me siento me entra la risa: vivo en Bélgica, mi chelo es italiano -un Montagnana de 1720-, mi collar es indio, mi primera mujer, de Estados Unidos y la de ahora, italiana... Me siento en casa cuando la gente aprecia mi música", cuenta. "Así es, a mí me pasa lo mismo", añade la pianista.
De hecho, él se refugió mucho en las notas que pervivían en su imaginación cuando cumplió condena. "Fue lo único que no pudieron quitarme, me arrebataron la libertad, la vida, mi instrumento, pero de mi cabeza no pudieron arrancarme la música", recuerda Maisky. "Fue terrible lo que le hicieron", añade con un punto confidencial y en tono bajo Argerich, "terrible".
Su relación se intensificó a medida que a la pianista le invadió una especie de pavor a dar recitales sola. Un miedo que no ha superado, por ahora. "Puede que en el futuro, sí. Me encuentro mejor preparada para ese momento. Me ocurrió porque pasaba demasiado tiempo en soledad. Me harté, creo. Ahora puede que vuelva a dar algún recital, pero sin fechas, un día ocurrirá y ya está. No me gusta planear cosas. Nunca me ha gustado", comenta.
También puede que vuelva a encontrarse con un viejo amigo suyo, Ivo Pogorelich. Cuando en 1980 un jurado le denegó el Premio Chopin, Argerich, que formaba parte del mismo, abandonó el concurso iracunda al grito de "¡Es un genio!". Ahora Pogorelich quiere tocar con ella: "Me lo ha comentado. Está buscando repertorio. Dice que le gustaría hacer una versión de las Goyescas de Granados para dos pianos. Sería bonito".
Por el momento, Argerich quiere seguir más o menos fiel a Maisky. "Yo soy muy leal. Él me engaña más a menudo". El chelista se defiende: "Tú también me traicionas a veces". La cosa no pasa a mayores. "Te recuerdo que antes de tocar contigo había muchos otros que querían y nunca acepté... Además eres mi chelista favorito, los otros dos están muertos", le espeta Argerich. "Por mí no hay problema con eso, vale. Y tú también eres mi pianista favorita", apunta Maisky. ¿Quiénes eran esos otros dos chelistas? "Rostropovich y Jacqueline du Pré", responde la pianista.
La relación, pese a los recelos de matrimonio musical suspicaz, marcha de lujo. Les queda repertorio que afrontar, pese a que la lista de lo que han abordado es larga. La recitan a dúo: "Empezamos con piezas de Brahms y continuamos con Chopin, Debussy, Beethoven, Frank, Schumann, Shostakóvich, Prokófiev, Stravinsky, Bach o ahora Grieg y Messiaen". Suma y sigue... Después de España, donde concluyeron sus actuaciones en Madrid, el jueves, viajan a Croacia, Austria y Alemania. "Pararemos en las mismas ciudades donde empezamos hace 30 años: Zagreb, Viena, Berlín, Hamburgo, Múnich, Hannover. La gente lo está disfrutando". Y ellos, más. "Sobre todo aquí en España, con lo bien que hemos comido".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.