Memoria prematura
El paso de un tren a través de un túnel enmarca la acción principal de La buena nueva, situando el principio y el final del viaje que ha llevado a un joven sacerdote cargado de ideales (Unax Ugalde) hacia un pequeño pueblo (socialista) que funcionará como reducción a escala de la España golpeada por la Guerra Civil. En realidad, el personaje también ha viajado hacia ese territorio simbólico (ese limbo), donde la españolada dio paso a lo que se ha dado en llamar cine español y que, en el fondo, es un eufemismo para no decir que algo tenía que cambiar en las formas para que todo siguiese igual en el fondo: estable, inmóvil, aislado y sin ventilación.
El tercer largometraje de Helena Taberna, tras Yoyes (2000) y Extranjeras (2003), es, como rebautizaría una parodia idiota post-ZAZ, Otra película sobre la Guerra Civil: académica, rancia, maniquea y movida por la inercia.
LA BUENA NUEVA
Dirección: Helena Taberna.
Intérpretes: Unax Ugalde, Bárbara Goenaga, Guillermo Toledo, Gorka Aginagalde, Loquillo, Joseba Apaolaza.
Género: drama. España, 2008.
Duración: 103 minutos.
Provoca cierta inquietud ver a algunos rostros asociados a un relevo de sensibilidades en el discurso del cine español dentro de una película que parece no haberse planteado cómo volver a contar la Guerra Civil sin recurrir a la redundancia. Inquieta, especialmente, comprobar lo poco que chirrían sus presencias en el conjunto. Lo más pintoresco de La buena nueva es, sin duda, la figura de ese sacerdote protagonista con una precoz, anacrónica conciencia de lo que hoy llamamos memoria histórica: es, quizá, el único elemento en este relato, poblado de monolíticos fascistas de tebeo, niños con orejas de soplillo y republicanos de santoral, capaz de revelarnos que estamos viendo una película del año 2008.
Babelia
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